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jueves, 6 de mayo de 2010

LA LITERATURA FANTÁSTICA

El teorizador y crítico estructuralista búlgaro Tzvetan Todorov, en su libro "Introducción a la literatura fantástica" define las particularidades de este género. La literatura fantástica se caracteriza por la ambigüedad. En un mundo que es el nuestro, el que conocemos, sin diablos, sílfides ni vampiros, se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: o bien se trata de una ilusión de los sentidos, de un producto de la imaginación y las leyes del mundo siguen siendo lo que son, o bien el acontecimiento se produjo realmente, es parte integrante de la realidad, y entonces esa realidad está regida por leyes que desconocemos.
Lo fantástico ocupa el tiempo de esta incertidumbre. En cuanto se elige una de las dos respuestas, se deja el terreno de lo fantástico para entrar en un género vecino: lo extraño o lo maravilloso. Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente aun acontecimiento aparentemente sobrenatural.
El concepto de fantástico se define, pues, con relación a los de real e imaginario. Hay un fenómeno extraño que puede ser explicado de dos maneras, por tipos de causas naturales y sobrenaturales. La posibilidad de vacilar entre ambas crea el efecto fantástico.
Entre otras definiciones, Todorov cita como características- plasmadas por otros autores- la intrusión brutal del misterio en el marco de la vida real. Por lo general, presenta a hombres que, como nosotros, habitan el mundo real pero que de pronto se encuentran ante lo inexplicable. Es una ruptura del orden reconocido, una irrupción de lo inadmisible en el seno de la inalterable legalidad cotidiana. Esto implica la existencia de dos órdenes de acontecimientos: los del mundo natural y los del mundo sobrenatural. Estos otros teorizadores coinciden en esa división o distinción clara.
Tanto la incredulidad total como la fe absoluta nos llevarían- continúa Todorov- fuera de lo fantástico: lo que le da vida es la vacilación.
Pero ¿quién vacila? A menudo es el personaje quien tiene que optar entre dos interpretaciones. Pero si el lector conociera de antemano la “verdad”, si supiera por cuál de los sentidos hay que decidirse, la situación sería muy distinta. Lo fantástico implica, pues, una integración del lector con el mundo de los personajes; se define por la percepción ambigua que el propio lector tiene de los acontecimientos relatados.
La vacilación del lector es la primera condición de lo fantástico. No siempre es necesario que el lector se identifique con un personaje en particular, que la vacilación esté representada dentro de la obra. Es una condición facultativa de lo fantástico, este puede existir sin cumplirla.
Lo fantástico exige el cumplimiento de tres condiciones: 1) que el texto obligue al lector a considerar el mundo de los personajes como un mundo de personas reales, y a vacilar entre una explicación natural y una explicación sobrenatural de los acontecimientos evocados; 2) esta vacilación puede ser también sentida por un personaje, y el papel del lector está, por así decirlo, confiado a un personaje, y al mismo tiempo la vacilación está representada, se convierte en uno de los temas de la obra; 3) es importante que el lector adopte una determinada actitud frente al texto. El temor se relaciona a menudo con lo fantástico, pero no es una de sus condiciones necesarias.
La ambigüedad depende también del empleo de dos procedimientos de escritura: el pretérito imperfecto y la modalización. Esta consiste en el uso de ciertas locuciones introductorias que modifican la relación entre el sujeto de la enunciación y el enunciado en lo relativo a la verdad de la frase, como “tal vez”. “Afuera llueve” y “Tal vez llueve afuera”: el hecho es el mismo, pero implica una duda, una vacilación, no una certeza. El imperfecto tienen un sentido semejante; no se precisa si aún la acción continúa. Ejemplos: me parecía, tenía la idea de que, creí caer, me sentía, tuve la sensación de que, etc.
Lo fantástico no dura más que el tiempo de una vacilación: común al lector y al personaje, que deben decidir si lo que perciben proviene o no de la “realidad”. Al finalizar la historia, el lector si el personaje no lo ha hecho, toma sin embargo una decisión: opta por una u otra solución y sale así de lo fantástico. Si decide que las leyes de la realidad quedan intactas y permiten explicar los fenómenos descritos, decimos que la obra pertenece a otro género: lo extraño. Si, por el contrario, decide que es necesario admitir nuevas leyes de la naturaleza mediante las cuales el fenómeno puede ser explicado, entramos en el género de lo maravilloso. Así, lo fantástico puede desvanecerse en cualquier momento.
Más que un género autónomo, parece situarse en el límite de dos géneros: lo maravilloso y lo extraño. Hay textos que conservan la ambigüedad hasta el final, e incluso una vez cerrado el libro. Es el caso de Otra vuelta de tuerca de Henry James. Por otra parte, entre lo fantástico y lo extraño, y lo fantástico y lo maravilloso surgen subgéneros transitorios. Estos comprenden las obras que mantienen largo tiempo la vacilación fantástica, pero acaban finalmente en lo maravilloso o lo extraño.

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