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miércoles, 19 de mayo de 2010

“ LA HISTORIA ORAL COMO RECURSO PARA CONOCER EL APORTE DE LA INMIGRACIÓN ESPAÑOLA A ESTA ARGENTINA DEL BICENTENARIO”

Curso/taller gratuito, organizado por la escuela ORT, con el patrocinio de la Oficina Cultural de la Embajada de España

Profesores:

Laura Benadiba, Directora del Programa de Historia Oral de ORT y especialista en la metodología de la Historia Oral.

Luis Úbeda Queralt, archivero y responsable del departamento de Fuentes Orales del Archivo Histórico de Barcelona.

Fechas: miércoles 2, 9, 16 y 23 de junio de 2010 de 18 a 21

Lugar: Sede de ORT Almagro, Yatay 240, Ciudad de Buenos Aires

Destinatarios: docentes, archiveros, bibliotecarios, estudiantes, investigadores, comunidad en general.

Inscripción: lbenadiba@yahoo.com.ar y lbenadiba@ort.edu.ar

Sólo tienen que mandar un mail con el nombre, ocupación y número de documento.

jueves, 6 de mayo de 2010

Introducción a la Semiótica (por Umberto Eco)




EL SIGNIFICADO COMO UNIDAD CULTURAL

Intentemos ahora ver cuál es el objeto que corresponde a un término lingüístico. Tenemos el término /perro/. El referente no será ciertamente el perro x que está junto a mí cuando pronuncio la palabra (salvo el caso rarísimo de signos indicativos -y en tal caso diría /este perro/ o acompañaría el símbolo con un índice gestual). Para quienes proponen la doctrina del referente, en este caso el referente es todos los perros que existen (que han existido y existirán). Pero /todos los perros existentes/ no es un objeto perceptible por los sentidos... Es un conjunto, una entidad lógica. Y por lo tanto, se parece peligrosamente al vértice superior del triángulo de Ogden y Richards, que era la referencia.
Cualquier intento de determinar lo que es el referente de un signo nos obliga a definir este referente en términos de una entidad abstracta que no es otra cosa que una convención cultural. Pero incluso admitiendo que se quiera determinar si es posible, en algunos términos, indicar extensivamente un referente real perceptible con los sentidos, el que identifica el significado con el referente (o quiere hacer depender el valor del signo de la presencia del referente) se ve obligado a separar, de un razonamiento sobre el significado, todos los signos que no pueden corresponder a un objeto real. Por ejemplo, todos los términos que la lingüística clásica llamaba sincategoremáticos, en oposición a categorimáticos; términos como /hacia/, /de/ y /con todo/, no tenían referente. Pero como son elementos fundamentales del proceso de comunicación, conviene admitir la idea de que la noción de referente, sin duda muy útil a los físicos o a los lógicos, es perjudicial e inútil en la semiótica. Por ello, vamos a liberar al término de su compromiso histórico con el referente y lo vamos a reservar para indicar otra manera en que se presenta la significación [cfr. A. 2, VII].
Así pues, ¿qué es el significado de un término? Desde el punto de vista semiótico no puede ser otra cosa que una unidad cultural. En toda cultura una es, simplemente, algo que está definido culturalmente y distinguido como entidad. Puede ser una persona, un lugar, una cosa, un sentimiento, una situación, una fantasía, una alucinación, una esperanza o una idea. . [Schneider, 1968, pág. 2]. Más adelante veremos cómo una unidad cultural puede definirse semióticamente como unidad semántica inserta en un sistema. Las unidades de este tipo pueden reconocerse igualmente como unidades interculturales que permanecen invariables, a pesar de los símbolos lingüísticos con que se significan: /perro/ denota, no un objeto físico, sino una unidad cultural que pertenece constante e invariable aunque se traduzca /perro/ por /dog/, o /cane/, o /chien/, o /hund/. En el caso de /delito/ puedo descubrir que la unidad cultural correspondiente en otra cultura tiene mayor o menor extensión; en el caso de /nieve/ se puede ver que para los esquimales existen cuatro unidades culturales, correspondientes a cuatro estados distintos de la nieve, y que esta multiplicidad de unidades culturales incluso llega a modificar su léxico, obligando a aplicar cuatro términos en lugar de uno.
Reconocer la presencia de estas unidades culturales (que más tarde serán los significados que el código hace corresponder con el sistema de los significantes), equivale a entender el lenguaje como fenómeno social. Si afirmo que /en Cristo subsisten dos naturalezas, la humana y la divina, y una sola persona/, los lógicos y los científicos nos dirán que este complejo de significantes no tiene ninguna ex - tensión ni referente -y por ello podrán definirlo como privado de significado, o como una pseudo - afirmación (pseudo statement). Pero ni el lógico ni el analista del lenguaje conseguirán nunca explicar por qué los grupos ingentes de seres humanos han combatido durante siglos en pro y en contra de una afirmación semejante. Sin duda, se debía a que este mensaje transmitía significados precisos que existían como unidades culturales dentro de una civilización. Al existir, se convertían en soportes de un desarrollo connotativo e iniciaban una gama de reacciones semánticas capaces de implicar reacciones de comportamiento. Pero las reacciones de comportamiento no son necesarias para determinar si el mensaje tiene un significado: la misma civilización a la que se refería cuidaba de elaborar una serie de explicaciones y definiciones de estos términos (persona, naturaleza, etc.). Cada definición era un nuevo mensaje lingüístico (o visual) que a su vez debía ser explicado, en su significado propio, gracias a otros mensajes lingüísticos que definían las unidades culturales del mensaje precedente. La serie de aclaraciones que circunscriben, en un movimiento sin fin, las unidades culturales de una sociedad (y que siempre se manifiestan en forma de significantes que la denotan) es la cadena de lo que Peirce llamaba interpretantes [5.470. y sigs.]

EL INTERPRETANTE

De una forma que recuerda el triángulo de Richard, Peirce consideraba el signo (, 2.228.), como una estructura triádrica que en su base tenía el símbolo o representamen, puesto en relación con un objeto al que representa: en el vértice del triángulo, el signo tenía el interpretante, que muchos se inclinan a identificar con el significado o la referencia. Con todo, el interpretante no es el intérprete, no es el que recibe el signo (aunque tal vez en Peirce hay cierta confusión sobre ese punto). El interpretante es lo que garantiza la validez del signo, incluso en ausencia del intérprete.
Podría considerarse como el significado, porque se define como lo que produce el signo en el cuasi-mente que es el intérprete; pero también se ha dicho que es la definición del representamen (y por lo tanto, la connotación in-tensión). Con todo, la hipótesis que parece más viable es la de considerar el interpretante como otra representación que se refiere al mismo objeto. En otros términos, para determinar lo que es el interpretante de un signo, hay que denominarlo con otro signo, el cual a su vez tiene un interpretante denominable por otro signo, y así sucesivamente. Aquí se produciría un proceso de semiosis ilimitada que, aunque sea una paradoja, es la única garantía para el establecimiento de un sistema semiótico capaz de dar cuenta de sí mismo solamente con sus propios medios. En tal caso, el lenguaje sería un sistema que se aclara por sí mismo, por series sucesivas de sistemas de convenciones que se van explicando.
No es extraño que la noción de interpretante haya atemorizado a muchos estudiosos, que se han apresurado a exorcizarla, dándola por explicada (interpretante = intérprete o destinatario del mensaje). La idea de interpretante convierte la semiótica en ciencia rigurosa de los fenómenos culturales y la separa de las metafísicas del referente.
El interpretante puede asumir diversas formas:
a) Puede ser el signo equivalente (o aparentemente equivalente) de otro sistema comunicativo. Por ejemplo, a la palabra /perro/ le corresponde el dibujo de un perro.
b) Puede ser el índice que apunta sobre el objeto singular, aunque se sobreentiende que hay un elemento de cuantificación universal (“todos los objetos como éste”).
c) Puede ser una definición científica (o ingenua) en los términos del mismo sistema de comunicación. Por ejemplo, /sal/ significa “cloruro de sodio”.
d) Puede ser una asociación emotiva que adquiere valor de connotación fija: /perro/ significa “fidelidad” o a la inversa.
e) Puede ser la simple traducción del término a otra lengua.
La noción de interpretante, con su riqueza e imprecisión, es fecunda porque nos revela que la comunicación, a través de un sistema de comunicaciones continuas, pasando de signo en signo, circunscribe de una manera asintótica, sin tocarlas nunca, aquellas unidades culturales que continuamente se presumen como objeto de la comunicación. Esta circularidad continua puede parecer desesperante, pero es la condición normal de la comunicación, condición que la metafísica del referente niega en vez de analizar.
Además, la noción de interpretante nos demuestra una vez más que en la vida de la cultura cada entidad puede aspirar a ser, indistintamente, significante y significado. es el interpretante de /NaCl/, pero es el interpretante de /sal/. En una situación determinada, un puñado de sal puede ser el interpretante de /sal/, de la misma manera que puede serlo el signo gestual y fisiognómico que imita al que distribuye pellizos de sustancia salada en la punta de la lengua (en una relación intercultural entre antropólogo e informador indígena).
La noción interpretante puede traducirse así: el interpretante es el significado de un significante, considerado en su naturaleza de unidad cultural, ostentada por medio de otro significante para demostrar si independencia (como unidad cultural) del primer significante.
Si los distintos significantes que, como interpretantes, circunscriben el significado como unidad cultural, vienen a ser análisis in-tensionales o equivalentes ex-tensionales, si son procesos de denotación o de connotación, son cosas que examinaremos con mayor detalle en A.2. VIII.
Lo que ahora nos interesa dejar bien en claro es que la noción de interpretante es más rica y problemática (y precisamente por ello, más fecunda) que la noción de , con la que muchos estudiosos de semántica intentan definir el significado [cfr por ejemplo, Carnap, 1955; Quine,1953].

Estética de la Recepción

De fines de los '60, fue planteada principalmente por Wolfgang Iser y Hans Robert Jauss, ambos pertenecientes a la Escuela de Konstanz (Alemania). Ella surge como alternativa a las visiones de la literatura que se habían dado hasta entonces: la estética de la producción (representada principalmente por el marxismo, concentrada en el autor y su contexto social), y la estética de la presenta-ción (con el formalismo y el estructuralismo a la cabeza, en los que se analiza básicamen¬te el texto, sus elementos y relaciones internas).
Como siempre, teoría literaria y lingüística han ido de la mano. La recepción está ligada a la sicología, que a través de la psicolingüística estudia la forma en que percibimos los procesos que se operan para conocer. En el caso de la literatura, la pregunta sería ¿cómo se “lee” la obra literaria? Estos procesos de lectura se pueden rastrear a través de las mismas obras, que son relecturas-reescrituras del canon literario imperante en una época. La historia de la recepción de la literatura pretende ser un estudio completo de la literatura, entendida esta como las relaciones circulares entre los elementos que la conforman: el productor, el producto y el consumidor.
.La obra de arte tradicionalmente es analizada desde tres puntos de vista: 1) diacróni-camente: tomando en cuenta la situación pasada en que fue producida (objetivismo histórico); 2) sincrónicamente: tomando en cuenta la situación presente en que se está (visión modernizante); y 3) intemporalmente: tomando en cuenta el proceso general de la historia (juicio de los siglos). Si se comparan estas tres visiones, se hacen evidentes las diferentes lecturas, cae el mito del sentido único y universal de la obra, y se abre su plurisignificación, sus potenciales de sentido.
Para la Teoría de la Recepción, el escritor es visto como lector en primera instancia, lector de literatura, de la sociedad, de su vida, de su época y de la cultura, heredada y en vías de trasformación. Este es su horizonte de expectativas, que él imita o modifica. El escritor (autor real) concibe su obra frente a las normas del canon literario y a una ideología colectiva, consciente o inconscientemente. Pero tanto él como el crítico y el historiador (todos vistos como lectores) no son pasivos ante lo que los rodea, sino que son creadores de historia; reconstruyen las obras del pasado, las categorías de la litera¬tura.
Por supuesto, esta posición frente a la literatura ya había sido tratada con anterioridad. Incluso los mismos formalistas rusos habían planteado una visión más abierta de la obra de arte: el receptor (individual o colectivo) es quien aporta la estética a una obra, y por lo tanto, puede modificar el concepto de estética. Esta teoría a su vez se emparenta con otras contemporáneas a ella o posteriores, como las teorías de la información y la transtextualidad de Genette.
Jauss plantea siete tesis acerca de la historia de la literatura fundamentada en su recep¬ción. La primera de ellas es contra el objetivismo histórico, que reduce la obra a una única lectura. La segunda tesis es contra el subjetivismo/sicologismo, en contra de la sobreinterpretación, puesto que existen límites (horizonte de expectativas) que pue¬den ser modificados, pero siempre se parte de ellos. Hay un horizonte de expectativas dado por el contexto histórico y otro por la dimensión sintagmática del texto como ob¬jeto real (artefacto), como sistema semiológico puede ser analizado en su estructura inmutable. Las demarcaciones aportadas por la historia son retrospectivamente claras; a un nivel sincrónico se hacen un poco borrosas, pero absolutamente vagas son las que impone el texto mismo. A esta segunda tesis le falta mayor justificación, pues pa¬rece contradecir en parte los argumentos anteriormente presentados para defender la tesis de la estética de la recepción.
Jauss sigue explicando que cada época construye su concepto de arte, pero que es posible para los lectores del presente transgredirlo y jugar con los diferentes sentidos que puede adquirir la obra a través del tiempo. La literatura es un proceso dinámico entre el autor, el texto y el lector. Se debe analizar cada época según sus jerarquías propias y momentáneas, y no pretender generalizar sus categorías. Entre más distan-cia estética haya entre el horizonte de expectativas y la obra, mayor será su valor litera-rio. La buena obra no debe repetir las anteriores recetas de creación sino que debe crear nuevas. Pero no hay cronología en la literatura, la potencialidad de una obra rompe con la sucesión histórica de hechos.
La última tesis que se presenta es bastante peligrosa: la literatura no es sólo repre-sentación de la historia, sino que también la crea, ayuda a modificar su rumbo. La reali¬dad pasa a imitar a la literatura, los estereotipos creados por ella. Esta función social se aproxima vertiginosamente a una moralización de la literatura y a tomarla únicamente con un fin didáctico.
La Estética de la Recepción brinda una visión bastante completa de la literatura como proceso dinámico y complejo. Sus teorías se pueden complementar fácilmente con las propuestas de otros autores, ampliando así el análisis de las obras literarias. Presenta también posiciones polémicas que permiten ensanchar los campos de conocimiento. Y todo esto acrecienta el disfrute de los estudios literarios.
Bibliografía:
1. JAUSS, Hans Robert (1977): Experiencia estética y hermenéutica literaria, Taurus, Madrid (1986).
2. ISER, Wolfgagng. El acto de leer. Madrid, Taurus, 1987.
3. GADAMER, Hans George. Estética y Hermenéutica. Madrid, Tecnos, 1996.

(LA CASA DE ASTERIÓN. Revista Trimestral de Estudios Literarios. Volumen V – Número 17. Abril-Mayo-Junio de 2004)

El enfoque semiótico

La semiótica es, ante todo, una relación concreta con el sentido. Puede tratarse de un texto pero también de cualquier otro tipo de manifestación significante: un logotipo, un film...
Los "objetos de sentido" son las únicas realidades de las que la semiótica se ocupa. Dichos objetos constituyen el punto de partida y el punto de anclaje de su práctica. El contexto en el que aparecen los objetos de sentido se tomará en consideración a partir del momento en que él mismo se aborde como un objeto de sentido, como un "texto".
La semiótica adopta una posición clara al delimitar de entrada su campo de investigación. No niega la existencia de un contexto sino que dice que no puede ni debe intervenir más que si dicho contexto se aborda como si se tratara de un "texto".
La semiótica se define por el campo de investigación que le pertenece: los lenguajes -todos los lengua-jes- y las prácticas significantes, que son esencialmente prácticas sociales.
PRINCIPIOS SOBRE LOS QUE DESCANSA LA SEMIÓTICA
1) El mundo del sentido es inteligible para la semiótica. Su objetivo es la descripción de las condi-ciones de producción y de comprensión del sentido.
2) La semiótica investiga el sistema de relaciones que forman invariantes de dichas producciones y comprensiones, a partir del análisis de esas variables que son los signos. Los signos son relativamente intercambiables: no toman su valor más que en y por sus contextos. Los signos no constituyen, por tanto, el objeto mismo de la semiótica à son unidades de superficie a partir de las cuales hay que descubrir el juego de significaciones subyacentes, "lo invariable es la variación".
Su primer objetivo es buscar el sistema de relaciones que hace que los signos puedan significar.
La metodología de la semiótica es trabajar a partir de los textos, allá donde los signos significan (...fuera del texto no hay salvación...) El estudio empírico condiciona el acceso a la estructura. La semiótica nació a partir de la necesidad de quienes ejercen la práctica de las realidades significantes, de volver explícitos sus procedimientos de análisis e interdefinir sus conceptos. Desciende de una tradición de rigor.
3) El tercer principio de la semiótica estructural es distinguir y jerarquizar los diferentes niveles en los que se pueden situar las invariantes de una comunicación o una práctica social.
Los signos no son nunca más que el punto de partida de la investigación de formas significantes subyacentes. Dichas formas representan usos particulares de un determinado sistema ya existente y que tienen que entenderse en una relación, más o menos contractual, entre aquellos a los que se ha convenido en llamar emisores y receptores.
"Recorrido generativo" se entiende como la representación del enriquecimiento del sentido, de las relaciones más simples, que lo convierten en algo inteligible, hasta aquellas infinitamente más complejas, que lo convierten en algo legible, visible o audible.
¿Existe algún tipo de diferencia entre "semiología" y "semiótica"?
Llamamos semiótica al enfoque de las formas significantes simplemente porque Levi Strauss y Barthes, entre otros, fundaron el Círculo Parisino de Semiótica en 1967. Este término designa también una ciencia general de los signos y una investigación sobre su posible tipología fundada por el filósofo Peirce.
El término semiología se le atribuye más bien a Saussure. Se utiliza sobre todo entre quienes privilegian la problemática del signo.
A partir del marketing y la comunicación la semiótica puede representar un valor añadido real cuando haya que obtener más inteligibilidad, más pertinencia, más diferenciación.
La semiótica facilitaría entonces una cierta potencia en la estructuración, organización y explicación en las puestas enjuego que se pueden concebir desde el momento en el que el producto, el servicio o el comportamiento, se abordan como algo significante.
MAS INTELIGIBILIDAD
El enfoque semiótico puede permitir ver más claro en la nebulosa del sentido. Quien haya abierto alguna vez un diccionario sabe que, por una parte, una palabra es un enunciado condensado -su definición es el enunciado en expansión dado por equivalente-, y, por otra parte, que a menudo posee dos o tres acepciones a causa de la historia, de los diferentes usos contextuales que se han hecho de ella. La semiótica trabajará a prtir de esta doble lección impartida por el diccionario. Al igual que la palabra, el concepto publicitario constituye la pequeña parte que emerge de un iceberg de sentido. Y, como la palabra, el concepto publicitario ve su contenido sensiblemente modificado en cada uno de sus usos: al adaptar la campaña a los distintos medios o por la evolución de la comunicación. La inteligibilidad que aporta la semiótica al elegir un concepto, al recupararlo o al confrontarlo con los de la competencia, consistirá pues, por un lado, en el despliegue metódico de las virtualidades ofrecidas por dicho concepto y, por otro, en la distinción y en la jerarquización de las variables y de las inva-riantes de su contenido.
MAS PERTINENCIA
La semiótica puede producir este segundo tipo de valor añadido porque se dedica a distinguir y jerarquizar un cierto número de niveles homogéneos de descripción.
La semiótica puede contribuir a dominar la evolución o la adapatción de un "mensaje" a los distintos medios tanto desde el punto de vista de su contenido como desde su expresión.
Para llegar a una identificación de las cualidades de forma, de volumen o de ritmo que constituyen el significante de un mensaje no verbal.
La semiótica usa un procedimiento heredado de la lingüística estructural: la conmutación. La conmutación es el uso de la relación de presuposición recíproca entre le plano de la expresión y el plano del contenido de un conjunto significante, entre su significante y su significado.
La aportación de la semiótica consiste, pues, en hacer elegir o conservar las cualidades de forma, de color, de volumen o de tipografía que son pertinentes: las que aseguran que los packagings, los productos de diseño o el logotipo signifiquen lo que tienen que significar.
MAS DIFERENCIACION
El trabajo y la competencia de la semiótica consiste en pasar de la comprensión de las diferencias a la definición de las relaciones. Y, para hacer esto, la semiótica ha tenido que distinguir y jerarquizar con anterioridad un cierto número de niveles, con el fin de poder disponer su red de relaciones sobre un plano homogéneo. La comprensión de las diferencias no es la tarea de la semiótica, sino que su fun-ción consiste en mostrar que hay cosas, o más bien posturas, diferentes y complementarias, y otras que son diferentes pero contradisctorias.
Este modelo constitutivo puede servir, por tanto, a los estudios sincrónicos, que analizan situaciones históricas, lo mismo que a los estudios diacrónicos, que analizan evoluciones históricas.
El trabajo de la semiótica se limitará a alertar sobre las pluralidades, porque estaría abandonando su objetivo si tratase de identificar a los "autores" de los discursos, o de decir lo que hay que hacer o lo que habría que haber hecho.
Según los principios y el proyecto que la caracteriza, la semiótica busca, al intervenir en publicidad y marketing, dotarse de una competencia mayor, a fin de comprender mejor las condiciones generales de producción y de comprensión del sentido y explicar más las distintas formas significantes.
Solamente analizando numerosas estéticas de marca o numerosas conductas sociales se llegará a ela-borar y a realizar el rodaje de los conceptos y de los procedimientos necesarios para describirlas, y a aumentar, de ese modo, el saber-hacer y el poder-hacer de la semiótica.

Semiótica (por Juan Magariños de Morentín)


1 CONCEPTO DE SEMIÓTICA
1.1 Concepto

Entiendo por “semiótica”: un conjunto de conceptos y operaciones destinado a EXPLICAR
cómo y por qué un determinado fenómeno adquiere, en una determinada sociedad y en un determinado momento histórico de tal sociedad, una determinada significación y cuál sea ésta, cómo se la comunica y cuáles sean sus posibilidades de transformación.
La intención inicial de este enunciado es proporcionar, a quien se acerque a nuestra disciplina, una perspectiva a la vez amplia y operativa. En este sentido, considero que, a partir del concepto propuesto, la perspectiva amplia puede asentarse en la propuesta de estudiar la significación de un fenómeno social y la perspectiva operativa en la de explicar esa significación.
Así pues, la semiótica puede interesarle a los estudiosos e investigadores de los fenómenos sociales, en la medida en que buscan explicar la significación socialmente atribuida a tales fenómenos y en la medida en que enfocan esta búsqueda de un modo riguroso, que justifique las conclusiones a las que lleguen, y no de un modo intuitivo, que se comprende pero cuya razón de ser se desconoce o sin que se pueda establecer por qué se considera que es ésa significación (o, mas bien, conjunto de significaciones) la que corresponde atribuirle a tal fenómeno y no cualquier otra.
Por tanto, el abogado, el sociólogo, el psicólogo, el historiador, el licenciado en letras, el crítico de arte, el lingüista, el antropólogo, el geógrafo, el arqueólogo, el licenciado en turismo, el economista, el filósofo, el terminólogo y el traductor, el epistemólogo, el bibliotecario, el publicitario, el comunicador, el arquitecto, el museólogo, el politicólogo, el licenciado en ciencias de la salud, el demógrafo, el pedagogo y tantos otros, en el ámbito de las ciencias sociales, necesitan de la semiótica como instrumento estructurador para la consistencia y el rigor de sus estudios e investigaciones.
Esto se basa en que todos ellos tienen como objeto de conocimiento de sus respectivas disciplinas a otros tantos objetos semióticos, o sea, a fenómenos sociales que ya (sin que sea imaginable un momento previo en que todavía no) tienen atribuido (pacíficamente o no) un determi-nado significado.
Todos ellos, por tanto, son usuarios potenciales de la semiótica, en la medida en que sepan que la semiótica puede proporcionarles las operaciones necesarias para elaborar una explicación básica de la significación (plural, contradictoria, competitiva) que posee, en un momento dado de una sociedad determinada, el concreto fenómeno que están estudiando, y en la medida en que nosotros, los estudiosos de la semiótica, que pretendemos elaborar y proponer las operaciones analíticas pertinentes, no los defraudemos.
También los objetos de conocimiento de las ciencias naturales (dejemos al margen, por el momento, el tema de si esta dicotomía es o no pertinente, si bien anticipo que considero que no) son otros tantos objetos semióticos y, por tanto, también en ese dominio la semiótica tiene utilidad. El problema es epistemológico y relativo a las características del proceso de producción de los correspondientes conocimientos y sugiero tratarlo en otra oportunidad; pero quede ya planteado.
1.2 Signos y Objetos Semióticos. Ciencia o metodología.
La que propuse como primera característica: entender por semiótica un conjunto de conceptos y operaciones, no supone la identificación de dos universos diferentes, sino su compenetración de modo tal que los con-ceptos que se definan como pertinentes a la semiótica serán aquellos que permitan comprender el funcionamiento de las operaciones que constituyen su finalidad específica y aplicarlas. Conceptos y ope-raciones interactúan en el proceso cognitivo que identifica a la semiótica: desarrollar procedimientos analíticos y reconstructivos que permitan llegar a enunciar explicaciones relativas a la producción e interpretación del significado de los fenómenos sociales. Estos conceptos y operaciones integran un conjunto que, en definitiva, se constituye en un método de investigación.
Al afirmar esto, tiendo a rechazar la concepción de la semiótica como una ciencia. Creo que, para ello, hay un argumento importante: no puede admitirse que sea una ciencia por el especial carácter del que sería su objeto de conocimiento: el signo. Desde la perspectiva peirceana (a la que sigo, sin aceptaciones dogmáticas), todo es signo. Es muy rico el concepto de “semiosis infinita” que esto último implica, tanto (1) en lo relativo a la recurrencia semiotizante de cada una de las partes del signo, que las constituye a su vez en signos, y a las partes de estos nuevos signos, a su vez, en signos (o sea, de 3 partes de un primer signo se pasa a 9, de éstas a 27, de éstas a 81, y así sucesiva y, al menos desde una perspectiva teórica, interminablemente[1]), como (2) en la productividad del signo en la mente de cada interpretante[2] (que no lo percibe desde alguna exterioridad como un incidental espectador, sino como parte constitutiva del signo que no está completo sin él), en la cual, a partir del signo propuesto “se crea un nuevo signo” y así, para cada uno de los posibles interpretantes, en la autorreflexión y/o en la comunicación, continúa transformándose indefinida y creativamente aquel signo inicial, que ya no es uno sino tantos como interpretantes lleguen a incorporarlo. Pero, si todo es signo, el signo no puede ser objeto de conocimiento científico, ya que no tiene otro objeto de conocimiento del cual diferenciarse (o al que utilizar dialécticamente como definiens).
Pero, efectivamente, ¿todo es signo? La significación es un constructo de la humanidad y todo cuanto somos capaces de ver lo vemos porque significa y del modo como significa; y de aquí uno pasa a decir que todo es signo. Pero, ¿que algo signifique quiere decir que por eso ya es un signo?
En principio, podríamos decir que todo lo que vemos (o sea, percibimos, conocemos, sentimos, intuimos, soñamos, etc.) lo vemos porque está semiotizado (o sea, porque significa). Al admitir que efectivamente se produce un proceso de semiotización como condición necesaria que hace posible la identificación de las entidades de nuestro entorno, se está admitiendo que existen dos clases de objetos: los que semiotizan y los semiotizados. En otros términos: los signos y los objetos semióti-cos. Pero los objetos semióticos no son signos. Los objetos semióticos reciben ese nombre para indicar que ya están semiotizados (un foucaul-tiano diría que ya han sido dichos desde algún discurso; creo preferible, para aprovechar el aporte de Foucault evitando la interferencia de la lingüística, decir que ya han sido construidos desde alguna semiosis sustituyente: que puede ser no sólo verbal, sino también visual, comportamental, etc.) y aquellos objetos que no están semiotizados, no es que no existan (no planteo la duda óntica de si acaso nuestro en-torno no será “el sueño de un loco en un rincón de un manicomio”); lo que ocurre es que no podemos verlos (o sea, percibirlos, conocerlos, sentirlos, intuirlos, soñarlos, etc.), ya que no tienen identidad (en cuanto posibilidad de identificación mediante su significado) para nosotros.
En principio considero que la distinción entre signo y objeto semiótico es importante para conferir y mantener el rigor y la eficacia de la metodología semiótica. Pero es una diferencia coyuntural y no sustancial, ya que lo que en un momento es signo en otro puede pasar a ser objeto semiótico y viceversa. Del mismo modo que, para el enfoque semiótico, nada es definitivamente icónico o indicial o simbólico (una pintura clásica: el Erasmo de Holbein, por ejemplo, es un icono en la medida en que propone una representación de la apariencia física de ese admirable humanista y no sólo por esto; es un índice para el tra-bajador que tiene que colgarlo de una pared o para el curador que tiene que decidir junto a qué otros cuadros o puerta o esquina o panel conviene situarlo y no sólo para estos; y es un símbolo para el marchand que lo mira codicioso y también para otras múltiples mi-radas)[3]. Quienes se acercan al conocimiento riguroso (o científico) con la esperanza (positivista) de pisar un suelo definitivamente firme, acostumbran criticar esta movilidad de los conceptos semióticos y los señalan como una prueba de su inconsistencia. Considero, por el contrario, que esa movilidad acredita el enraizamiento cognitivo de la semiótica, la capacidad que tiene nuestra disciplina para dar cuenta de las operaciones mentales que intervienen en la producción y el cambio del significado de determinado fenómeno, sin necesidad de modificar sus conceptos básicos ni sus operaciones analíticas.
Pero volviendo a la distinción entre signo y objeto semiótico, creo que el criterio para establecerla pasa por una visión generativa (no en sentido causalista). Para que algo llegue a ser un objeto semiótico, es necesario que un signo (debidamente contextualizado) lo enuncie, lo que no ocurre procesualmente sino de modo simultáneo o en paralelo. Enton-ces, algo será signo cuando interviene como enunciador que semantiza a algo diferente a sí mismo. Y algo será objeto semiótico cuando ha recibido su significado de algo diferente a sí mismo (lo que ocurre con todo lo que estamos en condiciones de percibir). Dicho de modo más simple: lo que enuncia es un signo y lo que resulta enunciado es un objeto semiótico. O también (entendiendo dinámicamente y no de forma especular al término "sustitución"), la semiosis sustituyente está constituida por signos y la semiosis sustituida está constituida por objetos semióticos. Obsérvese: este texto es una semiosis sustituyente (está constituido por signos) y el problema al que se refiere (eso de lo que habla) es una semiosis sustituida (la forma en que queda construido el problema en cuestión, por el modo en que se lo dice, lo constituye en objeto semiótico). Pero cuando alguien responde y comenta lo que aquí se dice, su texto es la semiosis sustituyente (en cuanto está constituido por signos) y este texto, que he llegado a escribir y que recibe un nuevo significado a partir del nuevo texto dicho por el otro, es una semiosis sustituida (en cuanto resulta construido como objeto semiótico).[4]
Entonces, si, por ejemplo, puede decirse que una casa “es un ámbito donde transcurre la vida familiar” (siendo ese uno de sus significados, entre otras muchas posibilidades), y el edificio de tribunales “es un lugar donde se administra justicia” (siendo ese su significado predominante), etc., ello será así porque existe algún texto (quizá el tema de alguna conversación incidental; o el resultado de una simple entrevista hecha en la calle; o una obra de psicología o de derecho; o muchas entrevistas y libros; y no exclusiva ni necesariamente verbales) que así lo expresa; por tanto, una casa o el edificio de tribunales son objetos semióticos y la respuesta del o de los entrevistados, o lo escrito en el o en los libros es lo que utiliza los signos mediante los que la casa adquiere el significado de representar a la vida familiar y el palacio de tribunales el significado de representar a la justicia. Pero si, de pronto, nos encontramos ante una casa concreta, con sus corredores y piezas y puertas y cocina y dormitorios y baños, y sus colores en las paredes y juguetes en el suelo y olores en el aire, etc., podemos preguntarnos acerca de qué clase de vida familiar está representando (construyendo) esa casa y, entonces, la casa es un signo (en rigor, un discurso o con-texto de signos) o una semiosis sustituyente y la vida familiar es el objeto semiótico o la semiosis sustituida. Mutatis mutandis, lo mismo sirve para el edificio de tribunales; por eso, por lo general, se busca que sea un edificio de cierta solemnidad arquitectónica, para construir un significado solemne de la justicia; sin perder de vista que la “solemnidad” arquitectónica también es un objeto semiótico que se construye con recursos de la semiosis (sustituyente) de la arquitectura de determinada sociedad, época histórica y escuela arquitectónica, de un modo en el diseño y de otro modo en la obra, los que así se constituyen en otros tantos signos.
Pero lo anterior no da lugar a la posible identificación de dos objetos de conocimientos, adecuadamente diferenciados: por un lado los signos y por otro los objetos semióticos. En ambos casos estamos en presencia de signos, pero que cumplen funciones semióticas diferentes; en un sentido próximo al de L. Hjelmslev cuando (1971/1966: 49) optaba por hablar de “función semiótica” y no de “signo”). Cuando los denominamos "signos", atendemos a su eficacia para producir lo que denominamos "objetos semióticos"; cuando los denominamos "objetos semióticos" atendemos al resultado de esa eficacia productora; pero, en ambos casos, se trata de signos. Por eso, un objeto semiótico puede cumplir una función de signo, cuando produce la identificación de otros objetos semióticos; y un signo puede ser conside-rado como objeto semiótico, cuando atendemos al signo que lo ha producido. Con lo cual, tampoco aquí tenemos un criterio suficiente para admitir que exista una ciencia de la semiótica.
Esto hace que esta interdependencia entre signo y objeto semiótico, esta necesariedad del vínculo, lleve a excluir la posibilidad de que tengamos dos objetos suficientemente diferenciados como para poder hablar de ciencia al referirnos a la semiótica o si estamos más bien ante dos funciones del mismo objeto, lo que cerraría el universo conceptual sin la alteridad necesaria para constituirse en ciencia. Para mí, con la provi-sionalidad de todo pensamiento que se asume críticamente, lo es-pecífico es concebirla como metodología rigurosa; reconociendo la validez de quienes prefieran explorarla, utilizarla y construirla como ciencia.
Al hablar, en el concepto inicial, de “conjunto de conceptos y ope-raciones” tampoco pretendo referirme a un conjunto de conocimientos finales, en cuanto verdades ni sustanciales ni procedimentales alcanzadas mediante, en este caso, la semiótica, y que así planteados tendrían una pretensión universal de validez, en completa oposición con lo que los propios análisis semióticos pueden evidenciar. Con ello aludo a los conocimientos previos que se requieren para poder llegar a formular los criterios metodológicos en que se fundamentan las operaciones pertinentes al método semiótico, conocimientos también provisionales, como lo son las mismas operaciones que la semiótica utiliza en un determinado momento.
Desde esta perspectiva, una metodología necesita estar apoyada en un conjunto de conceptos bien (pero siempre provisionalmente) fundamentados. Por ejemplo, entre otros muchos, será necesario disponer de conocimientos acerca del concepto de “signo”, de “representación”, de “enunciado”, de “valor” (éste último como designación genérica de la significación dialécticamente contrastada con los demás signos del mismo sistema, ya sea en su aspecto sintáctico [ser un sustantivo masculino es un significado metalingüístico posible de “sillón”], ya sea en lo relativo a la semántica [la calidad de mueble con peculiares características que se proyecta como el referente de “sillón”] y, en cada caso, recuperada por el análisis del uso); así mismo se requiere disponer de un concepto operativo y empírico de “contexto” (evitando, en las semióticas de la imagen visual o de la imagen musical o de la imagen del sabor o de la imagen del com-portamiento, etc., la connotación estrictamente lingüística [su linea-lidad, por ejemplo] y buscando identificar las características pertinentes a la calidad de cada contexto [por ejemplo, las cuatro dimensiones: lineal, superficial, volumétrica y temporal que intervienen en la configuración del contexto del comportamiento como signo]); y, como dije, de muchos otros, algunos de los cuales esbozo en el “Glosario”, en la segunda parte de este trabajo. O sea, hay conceptos que adquieren un específico significado en el ámbito de la semiótica y que son fundamentales para establecer la eficacia metodológica de las ope-raciones que constituyen la especificidad de la semiótica. Ello es coherente con la posición asumida en el punto anterior, acerca de considerar a la semiótica como una metodología de investigación en ciencias sociales.
Y aquí una acotación netamente dialéctica: tan provisionales considero a esos conceptos y a esas operaciones que cimientan y dinamizan, respectivamente, a la semiótica, que les atribuyo el destino de llegar a provocar su propia desaparición; de agotar, al aplicarla, su propia potencia explicativa, ya que sus éxitos van demarcando sus propios límites, o sea, aquello de lo que no puede dar cuenta, pero que no hubiera podido llegar a conocerse (en cuanto límite) más que después de haber intervenido y gracias a la aplicación de la propia semiótica. En definitiva, los semiólogos, si cumplimos adecuadamente con nuestra tarea, seremos quienes acabaremos con la semiótica: aplicándola, usándola, mostrando su eficacia, ya que todo ello conducirá a tomar conciencia de sus límites, a saber dónde no resultará aplicable, dónde se mostrará ineficaz, qué pregunta no podrá responder (lo que hoy no es ni siquiera imaginable porque no sabemos todavía que tal pregunta exista o que sea formulable), pero que sólo como resultado de su propia práctica, de su efectiva aplicación, podrá llegar a conocerse ese desconocimiento que la semiótica habrá producido pero que no podrá resolver[5]. En definitiva: el destino de la semiótica es dar a conocer un desconocimiento que ella misma ya no puede resolver. Y de ello surgirá un nuevo conocimiento, una nueva forma de operar que resuelva esa limitación que, sin que se supiera antes de usarla, contenía la semiótica: el conocimiento de su propia negatividad, con la que se construirá una nueva metodología; para que, en definitiva, ese nuevo conocimiento ingrese, también, en un nuevo proceso de agotamiento respecto de esas nuevas respuestas que mostrarán otras preguntas que, a su vez, quedarán sin resolver, y así indefinidamente, construyéndose de este modo la superación histórica (no necesariamente el progreso) del conocimiento humano[6].

1.3 Hacia una teoría dinámica de los discursos sociales
Del concepto de semiótica que venimos analizando quisiera comentar, elementalmente, lo que considero que surge de las dos últimas proposi-ciones: “.../ cómo se la comunica (a la significación) / y cuáles sean sus posibilidades de transformación.”
En principio, la comunicación constituye el comportamiento (en cuanto proceso) en el que la significación adquiere su específica existencia y es, también, el comportamiento (asimismo, en cuanto proceso) en virtud del cual llega a perder su posibilidad de seguir existiendo en cuanto tal, por exigencia de su propia superación. Esto se puede comprender si se considera que el hecho de transformarse es una cualidad inherente a toda significación.
Tengo que aclarar que entiendo por existencia de la significación su circulación y vigencia (lo que nada tiene que ver con su verdad o fal-sedad), en el interior de un determinado grupo social.
Al incluir a la significación y al proceso de comunicación de tal significación en el concepto de semiótica, estoy afirmando que la semiótica deberá proporcionar las operaciones necesarias para iden-tificar los modos según los cuales una determinada significación se propone, para la identificación de un determinado fenómeno social, ante los integrantes de determinada comunidad, circula entre ellos, y resulta interpretada por tales integrantes de ese determinado grupo social (que se constituye en tal en la medida en que concuerdan en la aceptación o el debate acerca de la vigencia de determinada significación) que así la aceptan como uno de los modos posibles de percibir al fenómeno en cuestión.
En esta circulación, la significación cambia. O sea, los sucesivos interpretantes, al construir nuevos signos, a partir de la interpretación de otros determinados signos, los modifican, de modo que el signo interpretado ya no es el mismo signo propuesto a la interpretación. Esto sugiere la necesidad, inherente a la semiótica, de la construcción de una teoría dinámica de los discursos sociales (en cuanto conjunto efectiva-mente existente de las construcciones semióticas que circulan en una sociedad).
Esta teoría sería dialéctica (como es dialéctica la propia existencia de la semiótica, según afirmé un poco antes), ya que la interpretación del significado va determinando relaciones de negación y síntesis, que constituyen un gradiente de distanciamiento del discurso inicial, hasta construir otro discurso en el que ya no son válidas las reglas según las cuales se construyó el primero. Estaríamos, en ese momento, ante una nueva semiosis o un nuevo lenguaje; se habrá producido una especie de "ruptura epistemológica" en la sucesión de discursos, lo que co-rrelativamente habrá conducido a la construcción de un nuevo uni-verso de objetos semióticos; o sea, si circula otra semiosis, se construye otro mundo. Y en esta transformación consiste el transcurso histórico, que se independiza del transcurso cronológico, de modo tal que el transcurso histórico puede manifestarse, también, en la coexistencia, en un momento determinado, entre las diferentes partes de una misma sociedad o grupo social, en el cual habría subpartes que habitarían tiempos históricos diferentes, pese a su contemporaneidad. (Cabría pre-guntarse, en el transcurso de nuestra cotidianeidad, qué momento histórico enfrentamos cada vez que abrimos una puerta.)
Para producir investigaciones encuadradas en tal teoría dinámica, capaz de dar cuenta de la dialéctica inherente a la existencia de los discursos sociales, la semiótica necesita disponer de determinadas operaciones fundamentales y rigurosas que muestren cómo se produce y cómo se transforma la significación del fenómeno social en estudio.
Como designaciones y descripciones tentativas de los conceptos correspondientes a tales operaciones, he propuesto los siguientes:
1/ atribución de un valor a una forma (significante o representamen[7]) como efecto del conjunto de las posibilidades de su integración contextual junto a otras formas (significantes o representámenes); construye el valor sintáctico de la forma de cada signo en cuanto pertenecientes a una determinada semiosis;
2/ sustitución entre, al menos, dos semiosis, una de ellas en función de sustituyente y la otra en función de sustituida; construye el valor semántico de las formas de los correspondientes signos pertenecientes a tales semiosis; valor semántico que nunca podría afirmarse de una única semiosis, sino de la interrelación diferencial entre la semiosis que sustituye y la sustituida; esto implica aceptar que para que haya semántica tiene que haber, al menos, dos semiosis operativamente vinculadas en una relación de sustitución;
3/ superación entre, al menos, dos pares de semiosis, de modo tal que una semiosis pierde capacidad de sustituir, o sea, de construir los significados de los fenómenos de determinado mundo (primer par), en virtud de la entrada en vigencia de otra semiosis (que sustituye a la precedente) que construye otros significados de los fenómenos de un mundo que ya no es el precedente (segundo par); construye el valor pragmático de las formas de los correspondiente signos pertenecientes a las semiosis involucradas: en el proceso de la comunicación, construyen determinado significado y muestran su limitación para construir otros significados que se hacen posibles a partir del efectiva-mente construido.[8]
Considero que estas designaciones y estos esbozos de descripción de las correspondientes operaciones se corresponden con los procedimientos reiteradamente descritos por quienes han construido la teoría y la práctica de la semiótica; lo único que pretendo es sintetizar y abstraer el múltiple pensamiento y las múltiples aplicaciones de la semiótica, de modo que puedan ponerse a disposición de quienes se acercan a la semiótica para conocer su estructura teórica y la dinámica de su apli-cabilidad.

1.4 La base textual de la significación. Producción e inferencia
Yo no me comunico en representación de la semiótica, lo que con-sideraría a la vez pretensioso y absurdo, sino tan sólo a título personal. En realidad, la semiótica, como cualquier ciencia, no existe al margen y con independencia de cada uno de los escritos que la van constru-yendo. Sólo desde un punto de vista político, en este caso el de la búsqueda del poder académico, puede alguien arrogarse o pretender ser el portavoz autorizado de la semiótica, lo que vendría a querer decir que todo lo que ese escritor dice es semiótica por el hecho de decirlo él. Esto viene a cuento, para aclarar que lo que yo pueda afirmar corre bajo mi exclusiva responsabilidad y que podrá o no ser compartido por otros semiólogos y podrá o no resultar útil para otros investigadores.
Desde esta perspectiva, me interesa comentar el alcance que le atribuyo al concepto de “significación”, por el hecho de considerar a la explicación de su producción, de la interpretación de sus características identificatorias y del proceso de su transformación, los aspectos fundamentales de la tarea analítica que le asigno a la semiótica.
Considero que el término “significación” abarca la totalidad y cada uno de los aspectos posibles que pueden aparecer, como interpretación de determinado fenómeno, en la construcción del conocimiento (poético, científico o mítico) del mundo, tal como lo realiza determinada sociedad en determinado momento de su historia. O sea, uso “significación” como el conjunto de interpretaciones materializadas en determinados discursos, relativas a determinados fenómenos y vigen-tes en determinado momento de determinada sociedad, con lo que resulta admisible la pretensión de describir y explicar la producción de la significación en esa determinada sociedad y momento.
La semiótica procura explicar la producción de esa(s) interpreta-ción(es), siempre con la prudencia de acotar adecuadamente el campo de estudio o contexto en función del cual se considerará viable tal pretensión explicativa. El carácter fundamental que habrá de conferirle rigor al desarrollo que conduzca a la obtención de ese objetivo consiste en que dicha explicación se base en la textualidad de determinada(s) semiosis, o sea, en la materialidad de discursos no sólo verbales, sino también visuales, auditivos (musicales), gestuales, comportamentales, etc. vigentes (o sea, efectivamente en uso y, en diferente medida, aceptables) en determinada sociedad.
Aquí, “textualidad”, así como, en su oportunidad, “contextualidad”, son términos que se refieren a la materialidad existencialmente efectiva de tales semiosis sustituyentes y no al sistema (social, cultural, lingüístico o de la semiosis que corresponda), que siempre, al menos por definición, se considera virtual, en cuanto pura posibilidad. Con la expresión “posibilidad virtual del sistema” se entiende la posibilidad que tiene todo sistema de llegar a manifestarse (transformado en enunciados en los que se aplican las reglas que lo constituyen) mediante la producción de la correspondiente textualidad, en el proceso de producción de la comunicación (o producción de determinadas semiosis sustituyentes). Por ser esto así, es posible la recuperación de ese sistema virtual, mediante una inferencia que se obtiene invirtiendo el anterior proceso de producción de textualidad; inversión mediante la cual se accede a dicho sistema virtual e inversión en la que consiste tanto el proceso de interpretación como el de investigación, los cuales, a partir de la textualidad (o sea, a partir de la semiosis sustituyente efectivamente producida que se esté percibiendo), permiten inferir la virtualidad (de otro modo inaccesible) del sistema y, por tanto, permiten comprender y/o explicar la eficacia significativa resultante de la producción de dicha textualidad. Recuperar el sistema a partir de los textos que de él se derivaron permite conocer las posibilidades significativas de determinado sistema cognitivo tal como es compartido y diversificado en el interior de determinada comunidad (la cual se identifica por el hecho de poseerlo) y en ello consiste un importante aspecto de la eficacia que se le atribuye a la semiótica.
A la semiótica o, mejor, a los semiólogos corresponde la tarea de ir pro-poniendo las operaciones necesarias, rigurosas y explícitamente definidas que sean eficaces para, a partir de los resultados que se obtengan al intervenir con ellas en las materialidades discursivas mencionadas, inferir el conjunto de operaciones mentales (en que lo individual, en cuanto eventual autoría, se especifica en lo social, en cuanto posibilidad de aparición de tal individualidad), disponibles en determinado momento de determinada sociedad, que han concurrido a la producción de aquellos discursos interpretativos que por hipótesis se ha supuesto que atribuyen significación al fenómeno en estudio.
El resultado, en caso de tener éxito, será conceptual o afectivo o emotivo o puramente cognitivo, pero, en cualquier caso, su deter-minación requerirá partir de concretas (y por supuesto, múltiples) materialidades discursivas, utilizar un conjunto de operaciones1 formalizadas (no necesariamente simbolizadas, pero sí explícitamente definidas) y, por su intermedio, demostrar qué operaciones2 mentales, provenientes de qué vigencia social (o sea, permitidas, exigidas o excluidas por determinado estado de las normas sociales), han dado lugar a los discursos que han construido el significado de los fenómenos en estudio.
Es necesaria esta doble referencia diferencial a “operaciones”, ya que las primeras: operaciones1, son operaciones técnicas destinadas a intervenir analíticamente en los discursos sociales, perteneciendo, por tanto, al ámbito de la disciplina semiótica; mientras que las segundas: operaciones2, son las operaciones mentales de representación/interpretación que produjeron tales discursos, perteneciendo, por tanto, al ámbito filogenéticamente constituido de la facultad semiótica, y que, por hipótesis, pueden ser identificables y recuperables mediante aquellas operaciones técnicas.

1.5 Para ver hay que conocer
Acerca de esta inicial aproximación a las operaciones semióticas fundamentales (atribución, sustitución y superación), hay algunos aspectos que me gustaría comentar.
Uno de los que me interesan especialmente es el relativo a saber si las operaciones de atribución y de sustitución suponen que los valores y las formas preexisten a su puesta en relación. Me interesa porque tiene que ver con la perspectiva dialéctica desde la que, personalmente, oriento la investigación semiótica y, por tanto, su metodología.
En efecto, por una parte, no se pude partir de la nada (todo acto creativo es una diferencia respecto de algo que ya existía). Eso de lo que se parte consiste en la vigencia de determinados sistemas semióticos, en cuanto efectivamente utilizados para construir los respectivos discursos (simbólicos, indiciales y/o icónicos) con los cuales, determinado grupo social (definido a posteriori, por la constatación de tal vigencia y no por algún criterio apriorístico de “positivismo de secano” [9]), en determinado momento, construye la significación de la totalidad de los fenómenos sociales (entre los cuales estará el fenómeno en estudio y, por tanto, el/los discurso/s correspondiente/s).
Así que, en un momento dado, todas las posibilidades de atribuir significación a un fenómeno están acotadas por las diversas e incluso contradictorias semiosis sociales (sistemas virtuales y discursos efectivos) vigentes en el grupo social en estudio. Hay una co-rrespondencia entre sistema y significación de un fenómeno, mediada por el discurso (o semiosis sustituyente) que puede producir (o que puede provenir de) tal sistema y la significación que este discurso puede atribuir a tal fenómeno (o semiosis sustituida).
Hay que tener en cuenta que existe una etapa pre-discursiva (en cuanto todavía no significativa) que es fundamental en este conjunto de operaciones y que puede identificarse como la etapa de construcción del texto, en cuanto resultado, puramente sintáctico, de la combinatoria que permite(n) el(los) sistema(s) utilizable(s) por los miembros del grupo en cuestión. Quienes están leyendo este texto, por una parte lo identifican como resultado de una semiosis lingüística permitida por el sistema de la lengua (castellana), en cuanto conjunto de párrafos sintácticamente correctos; por otra, lo reconducen a un sistema de conceptos preexistente y buscan situar los efectos de sentido que tales párrafos van produciendo cerca de, en sustitución de, como expansión de, en contradicción con, otros conceptos preexistentes y poseídos por ellos (en función de lo cual, aceptan, modifican o rechazan los conceptos que estos párrafos proponen; todo ello, no de un modo procesual sino con el sistema neuronal trabajando en paralelo).
Sólo mediante este conjunto de operaciones, el texto se transforma en discurso, al menos en el sentido que aquí les confiero a estos términos; entendiendo por “discurso”: un texto semantizado, y por “texto”: un discurso desemantizado (o un desarrollo sintáctico que todavía no ha sido semantizado). Definiciones recursivas que tienen como eje diferen-cial, para el texto, la atención puesta en el cumplimiento de las reglas de contextualización de la semiosis de que se trate (en algunos casos de muy difícil determinación, al menos hasta el momento), y para el discurso, la atención puesta en el cumplimiento de las reglas de semantización vigentes para esa semiosis en esa sociedad, o sea, las características de los significados o el “argumento” peirceano, que pueden construirse con tales contextualizaciones (por lo general, de muy difícil determinación, al menos hasta el momento). Si todo se agotara en esta producción de determinados discursos a partir de determinados sistemas la consecuencia sería trágica: no existiría la historia (lo que no deja de ser una pista para comprender, aparte de su falsedad, el autoritarismo e incluso la esclavización de la mente huma-na implícita en la mera idea de que la historia o algún aspecto de la historia, haya terminado).
Hasta aquí, en este aspecto dialéctico de la relación entre sistemas y discursos mediados por los textos, están dos de las operaciones que vengo comentando: (1) la atribución que construye textos contextualizando, o sea, poniendo a las formas de un determinado sistema en una determinada relación física, material, existencial (e insisto, formas ya bien significantes, si sólo se toma en consideración la contextualización que el propio sistema, en sí mismo, le confiere a las formas de los signos que lo constituyen, ya bien representámenes, si se toma en consideración el valor, provisionalmente sintáctico, que el interpretante conferirá a esas formas contextualizadas) y (2) la sustitu-ción que construye discursos por la interrelación de dos sistemas: el de los signos y el de los objetos semióticos; interrelación que, con sus precisiones, ambigüedades y desplazamientos constituye lo que denominamos semántica, la cual, referida a los signos da lugar a los enunciados (incluso en sentido foucaultiano; M. Foucault, 1969: 116) o semiosis sustituyentes y referida a los objetos semióticos da lugar a los referentes (especialmente en el sentido cognitivo que les atribuye F. Rastier, 1991: 82) o semiosis sustituida.
Una nueva etapa histórica se originará cuando otra semiosis aparezca en los intersticios de esos signos contextualizados (“el sonido y la furia”)[10] y en las ambigüedades de esos objetos semióticos (“precepto entrópico”)[11] y, sobre todo, en la intuición que genera un espacio conceptual posible (“mente borrosa”)[12] acerca de la existencia de otros objetos semióticos posibles que sólo se percibirán después de haberse construido, reiteradamente (envejecimiento de determinada semiosis), los que permiten los sistemas vigentes (no sólo lógicos o simbólicos, sino también emocionales, estéticos, metafísicos, etc.; si tal etc. aún puede caber). En esa insatisfacción es donde la comunidad empieza a sentir la necesidad de otra semiosis para que nuevos discursos vengan a decir otros fenómenos, que ya no serán los mismos que los anteriores, del mismo modo que los textos y discursos ya no serán los mismos que antes, sino que otra semiosis habrá aparecido, que por las carencias detectadas en las anteriores será aceptada por la comunidad, la misma comunidad que habrá sido su única y efectiva creadora. Cuando esto ocurre y sólo a condición de que ocurra, puede decirse que habrá historia, o sea, que es identificable la intervención de la (3ª) operación, la de superación, que nada tiene que ver con el progreso y sí tiene mu-cho que ver con la apertura hacia nuevos (en cuanto efectivamente históricos) universos constituidos por otras percepciones que se hicieron posibles mediante otras semiosis eficaces; en definitiva, vemos lo que las semiosis disponibles nos permiten ver y del modo como nos lo hacen ver[13].

1.6 La significación construida
Sobre el tema de considerar a “la significación como el conjunto de interpretaciones materializadas en determinados discursos, relativas a determinados fenómenos y vigentes en determinado momento de deter-minada sociedad” no sé si habré logrado trasmitir lo que me propongo.
Yo estoy evitando la significación conceptual o normativa, que sería la que viene predefinida desde determinados sistemas simbólicos y que conduce a la pretensión de estar en condiciones de juzgar si la significa-ción asignada a un fenómeno es correcta o no. Este enfoque conduce a un análisis dogmático-hermenéutico de todo texto y de toda interpretación que se le atribuya, ya que la verdad y la falsedad están establecidas a priori. Así, habría una verdad, en la realidad o en algún sistema de creencias, a la que habría que atenerse; positivismo y dogmatismo metafísico avanzan en total acuerdo.
Otra cosa es que todo texto proceda de algún sistema, ya que esta afirmación pertenece a la descripción del proceso cognitivo de producción de un comportamiento que implica la actualización de una posibilidad, pero que no condiciona la aparición de determinado contenido y no de otro. Lo que estoy buscando es una explicación que dé cuenta del proceso de construcción de la significación que realizan los miembros de una comunidad, al interpretar un texto o un fenóme-no. Puede ser que todos produzcan la misma interpretación, o sea, que le asignen el mismo contenido a las interpretaciones que vayan produciendo; pero también puede ser (y, por hipótesis, es lo que afirmo como regla del comportamiento simbólico de cualquier comunidad) que no sea posible reconducir a la unidad el conjunto de las interpretaciones que en esa comunidad se van produciendo acerca de determinado fenómeno en estudio.
Ésta es la que considero tarea fundamental de la semiótica: pro-porcionar las operaciones mediante las cuales puedan inferirse los sistemas de donde proceden las representaciones - interpretaciones (perceptuales y conceptuales) que van siendo producidas, en determinado momento de determinada sociedad. Y ello incluye sus coincidencias y divergencias, la forma de su pluralidad, esos modelos o configuraciones de significaciones posibles, producidos y provisionales (nunca punto de partida ni punto de llegada definitivo), a los que designo como “mundos semióticos posibles” que pueden definirse como los diversos conjuntos de opciones disponibles, en determinado momento de determinada sociedad, para que sus miembros construyan las significaciones de los fenómenos de su entorno, y la posibilidad de reconocer las opciones creativas que quiebran las disponibles y enriquecen, superándolas, a las semiosis (lenguajes verbales, visuales, kinésicos, etc.) existentes.
Entonces, la semiótica no proporciona las operaciones que permitan juzgar el grado de proximidad o de apartamiento de las in-terpretaciones efectivamente producidas en determinada sociedad, respecto de algún dogma de eventual vigencia hegemónica, estableciendo la verdad o la falsedad de tales interpretaciones. Se trata, más bien, de un conjunto de operaciones que permita explicar cuáles son, cómo se construyen y qué transformaciones producen en los modos habituales de significar, esas interpretaciones cuyo registro habrá de requerir un relevamiento representativo y adecuado de las semiosis sustituyentes que circulan en determinado momento de determinada sociedad.

1.7 Problemas y divergencias
Quisiera reunir, a título meramente indicativo, algunos de los temas, problemas y concepciones divergentes que considero especialmente importantes en semiótica, sin pretender agotarlos ni resolverlos.
Por ejemplo, la semiótica no es una reflexión crítica, ni un enfoque informal y de algún modo iconoclasta, acerca de la semántica lingüís-tica.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que la lengua puede explicar (limitadamente) cómo otra semiosis produce determinado significado, pero no puede sustituirla en la tarea de producirlo.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que cada semiosis produce un efecto de significación específico e intransferible.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que ninguna semiosis se basta a sí misma para realizar tal tarea;
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que existe un dispositivo mental (o quizá algo semejante a la “estructura conceptual” de R. Jackendoff, 1989: 121 ss) de coordinación y complemento entre las distintas significaciones que adquiere un fenómeno como resultado de la información visual, verbal, acústica, táctil, kinésica, etc., cuyas imágenes se procesan en el cerebro humano; en este sentido, toda semiótica sería sincrética.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que la semiótica estudia, identifica, aplica y (en determinada medida) prevé la eficacia de las operaciones (mentales, calculatorias) con las que cada una de las distintas semiosis producen las significaciones que le son específicas.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir de la condición de que no se maneje con modelos con los que (1) se clausura toda posibilidad de un nuevo significado y (2) sólo se puede reconocer lo ya sabido. Por ello, en la semiótica se opta por utilizar operaciones en cuanto reglas de procedimiento rigurosas que no implican el contenido del resultado .
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que la forma de la expresión cons-truye la forma del contenido y no a la inversa y de que todo ello sólo ocurre en el interior del sistema histórico - social de conocimiento desde el que un intérprete la percibe y en el que la incluye y donde la transforma y desde el que la transfiere.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que toda significación es un cons-tructo y de que antes de que el hombre estuviera sobre la tierra no existía significación alguna.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que toda semiosis tiene historia; esto implica que toda semiosis sustituyente lleva en sí el germen de su propia negación. Esta “propia negación” consiste en que lo que, en un determinado momento histórico de determinada comunidad, la nueva semiosis sustituyente permite construir no era imaginable desde la anterior semiosis sustituyente (salvo que no haya habido tal construcción, sino una mera reconstrucción). A mi criterio, ni el “significado” en cuanto interpretación textualizada de los fenómenos sociales, ni la “poética” en cuanto posibilidades semióticas de producción del significado de los fenómenos sociales, son patrimonio de la lingüística, sino que se comparten entre todas las semiosis socio-históricas disponibles. En este sentido, toda semiosis tiene su propia poética.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que lo que identifica constitutiva-mente a un grupo social es el uso que hace de sus semiosis sociales para la construcción de los significados de los fenómenos de su entor-no, que sólo con ese uso adquieren ese significado.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que cada grupo social es libre en el uso que hace de sus semiosis sociales, sin tener que cuidarse de respetar verdades metafísicas, verdades científicas o eficacias técnicas de ningún tipo. Esto proviene de que la metafísica, la ciencia y la técnica son los resultados del uso de las semiosis sociales (por tanto, locales e históricos) y no principios válidos previos a toda semiosis.
La semiótica propone respuestas al problema de la producción del significado a partir del supuesto de que la libertad en el uso de sus respectivas semiosis sociales tiene como límite la necesidad de comunicación. Así, la creatividad individual tiene como límite externo la interpretabilidad por otro, en algún momento; y tiene como límite interno la posibilidad de alcanzar, en algún momento, la consistencia de la propia interpretabilidad. Fuera de estos límites, hacia el interior o hacia el exterior, comienza la alienación: el individuo tiene que dejar de ser él para sí mismo, para empezar a ser él para otros; hacia el exterior se encuentra con la alienación que le exige la sociedad para integrarlo; hacia el interior se encuentra con la alienación que lo conduciría a ser un alienado de sí mismo (reaparece “el sueño de un demente en el rincón de un manicomio”).
El problema de la identificación de los usos a los que las distintas se-miosis son sometidas en un determinado grupo social y en un determinado momento histórico, con el objetivo de construir el significado del entorno, es lo que encuadro bajo la denominación de los “mundos semióticos posibles”.
Con lo que vengo diciendo y atendiendo a que, desde otras perspectivas semióticas, pueden adoptarse criterios diferentes, no pretendo entrar en polémica, sino que, respetando profundamente los diversos criterios al respecto, trato de mostrar las posibles ventajas que puede aportar el hecho de adoptar las que aquí enuncio, como eventuales pautas operativas para la investigación semiótica.
Los criterios de los que he formulado un pequeño resumen (que sólo vale en cuanto punto de partida y que requiere, todavía, de los consiguientes desarrollos operativos), me han dado buenos resultados (en cuanto a la obtención de explicaciones plausibles acerca de la producción, circulación y transformación de las significaciones, socialmente vigentes, de determinados fenómenos) y me han permitido conservar una satisfactoria coherencia teórica, ya que pude mantenerlos sin auto-contradecirme, al menos a lo largo de cada investigación y/o texto académico, pero con libertad para modificarlos de una a otra investigación o de uno a otro texto. Mantengo mi libertad para seguir cambiando, desde mi adhesión (nunca dogmática) al con-cepto foucaultiano de sujeto, en el que, hasta el momento, también me siento cómodo.
Desde esta perspectiva, enfrentaré el análisis de las semióticas simbólica, icónica e indicial, tratando de establecer cómo significan y qué significado producen, en determinado momento de determinada sociedad.
APÉNDICES

Apéndice 1: Otra vez, ¿qué es la semiótica?
He partido de un concepto estático de semiótica. Lo considero válido y eficaz. No obstante, siguiéndolo a Foucault, tampoco pretendo que una definición construya el contenido único de una disciplina, sino que podrá identificar un punto de dispersión, a partir del cual se despliegan perspectivas distintas desde las que se construyen interpretaciones dife-rentes.
Precisamente, la semiótica se impone, como uno de sus objetivos o finalidades, explicar desde qué perspectiva se ha construido determinada interpretación; sin que la semiótica se reduzca a esto.
La actitud diferencial de la semiótica, al menos en lo que a mí me interesa, es que excluye el supuesto de una situación inicial en la que un sujeto se encuentra ante un objeto. La excluye porque su interés consiste en establecer las características del instrumento social mediante el cual se construye un sujeto al involucrarse en la tarea de construir un objeto; proceso a cuyo término recién podrá decirse que ese sujeto se encuentra en presencia de ese objeto. Y ahora dispersemos: los instrumentos sociales que hacen posible esa relación son múltiples; los sujetos que se construyen al manejar cada uno de tales instrumentos sociales son múltiples; y los significados que resultan construidos, según el manejo que esos sujetos hagan de tales ins-trumentos, también son múltiples. Por su parte, ésta es la tarea que hará percibibles a los objetos y que permitirá percibir tantos objetos cuantos significados se construyan, con lo cual estoy afirmando que la percepción es posterior al conocimiento que tenemos de su posibilidad, y está condicionada por éste.
Desde este enfoque, ninguna característica de determinado objeto, ni general ni particular, es identificable si no es como resultado del modo en que se utiliza determinado instrumento social, utilización y aplicación concreta de la que resultan las características identificadoras del concreto sujeto que así lo ha utilizado.
Lo que, según mi modo de ver, exige la semiótica, en cuanto ex-plicación del significado, es que, cuando se afirme algo acerca de un objeto, (1) se hagan explícitas las características del instrumento social que se ha utilizado para afirmar lo que se afirma (lo que incluye, por supuesto: para negar lo que se niega de tal objeto); o sea: identificación y descripción analítica de cuáles son y como operan las semiosis intervinientes; (2) que se hagan explícitas tanto la eficacia diferencial del instrumento social por el que se ha optado (frente a la eficacia de otros instrumentos sociales posibles, vigentes y disponibles en determinado momento de determinada sociedad), como las específicas características del uso que determinado sujeto le ha dado a ese instrumento social, frente a los otros usos posibles, vigentes y disponibles por otros determinados sujetos, o por el mismo sujeto en otro determinado momento, para producir la afirmación en estudio; o sea: mostración del contraste dialéctico entre la eficacia diferencial de las diversas semiosis disponibles (al menos, entre dos de ellas).
Lo que, desde mi perspectiva al menos, se excluye de la semiótica es el supuesto de que el objeto tenga características propias de alguna especie, pretendiendo prescindir de que haya un sujeto que se constituya en tal al atribuírselas en función de su modo de utilización de determinado instrumento social. Tales “características propias” son históricas y provienen, por acumulación, de los significados que le fueron siendo atribuidas a través de los tiempos.
Se excluye, también, el supuesto de que el sujeto tenga características propias de alguna especie con prescindencia de las que provienen de los instrumentos sociales que ha aprendido a utilizar y del modo según el cual los utiliza para atribuirle las características que son identificables al intervenir en la producción del significado de determinado objeto.
Se excluye, asimismo, el supuesto de que el instrumento social tenga características propias de alguna especie con prescindencia de las que le confiere el sujeto que lo utiliza, por el modo de utilizarlo para producir determinados significados acerca de determinados objetos.
Se excluye, además, el supuesto de que esta tarea, de que alguien afirme algo acerca de algún objeto, tenga características propias de alguna especie que le permitiese prescindir de algún otro, al menos uno, que interprete esa afirmación de un modo determinado; y por aquí viene resonando Peirce, al incorporar al interpretante a la estructura constitutiva del signo. Lo que digo no estará completo hasta que el significado construido se integre, como un nuevo hábito, en la mente de otro.
De esto resulta que las características, generales o particulares, de determinado objeto son externas al objeto y dependientes del ins-trumento social utilizado para atribuírselas; que las características del instrumento social son externas a ese instrumento y dependientes del uso que le confiere determinado sujeto en determinado momento de determinada sociedad; que las características del sujeto son externas al sujeto y dependientes del aprendizaje vigente en determinada sociedad para la utilización de los instrumentos sociales disponibles y de la interpretación que se atribuya al modo de utilización y al instrumento utilizado.
Hablo de "objeto" como ente cognoscible; de "instrumento social" como signo (en su unidad) y como semiosis (en su conjunto); y de "sujeto" como ente cognoscente (lo que no excluye a la totalidad de lo biológico al margen del ser humano, en la medida en que pueda constatarse, entre los individuos de esa marginalidad antropocéntrica, algún principio de organización social).
Volviendo al principio: ¿qué es la semiótica?
Provisionalmente, con el sesgo dinámico que aquí he ido elaborando y sin pretender todavía quitarle eficacia, el concepto relativamente estático propuesto inicialmente podría completarse afirmando que
la semiótica
consiste en el estudio acerca
de cómo se producen las variaciones de los significados de todo lo que le rodea al hombre en el mundo;
de cómo se producen las variaciones de los instrumentos con los que se construyen aquellos significados;
y de cómo se producen las variaciones de los sujetos que usan estos instrumentos para producirlos y/o para interpretarlos,
desde que el hombre accedió al uso de los signos, y sin que consista sólo en eso.
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Apéndice 2: Concurrencia y no contradicción
Como decía, el concepto dinámico de semiótica, sobre el que reflexioné en el apéndice anterior, no pretende todavía quitarle eficacia al concepto relativamente estático formulado al comienzo de este trabajo. Y el "todavía" no lo puse para implicar que en algún momento va a quitársela, sino asumiendo la propia hipótesis de variabilidad con que está construido el contenido del concepto de semiótica que he ido ela-borando y que supone que, efectivamente, en algún momento, ambos (el estático y el dinámico) van a perderla; lo que consagrará la eficacia de la disciplina semiótica que habrá, así, cumplido su cometido, iniciando una nueva forma de pensamiento, de discurso y de mundo, que serían impensables antes de haber agotado el que la misma semiótica proponía. Pero como puede prestarse a algún equívoco, quiero añadir una reflexión más.
Los dos conceptos de semiótica, el formulado al comienzo de este trabajo y el que acabo de formular en primer apéndice, no se contradi-cen sino que responden cada uno a una mirada diferente.
Con el último creo haberme referido (al menos ésa ha sido mi in-tención; ¡oh, los implícitos del hábito del interpretante productor!) a las características de la variabilidad de los modos operativos (con cierta semejanza a un proceso fractal[14]) que la semiótica le atribuye al sujeto, al instrumento, al objeto y a la interrelación de estos tres elementos, en cuanto práctica socializante.
Con el primero pretendía describir las características metodológicas que serían específicamente aplicables, en cada situación concreta, de entre la permanente variabilidad de cada uno de aquellos elementos, a la tarea de explicar la significación de determinado fenómeno, ya que el trabajo de investigación requiere explicar (y explicar requiere un método) la concreta eficacia con la que, en un momento determinado, un sujeto determinado aplica una semiosis social determinada, para constituir, mediante un determinado significado, la posibilidad de iden-tificar un determinado fenómeno social.
Pero vimos cómo esta explicación tiene que dar cuenta simultánea-mente (aunque eso se despliegue en una sucesividad enunciativa) de la diferencia que ese conjunto de operaciones así descrito establece con respecto a la eficacia con que en el mismo u otro momento determi-nado, el mismo u otro sujeto determinado aplica el mismo u otro instrumento social determinado, para constituir de la misma u otra determinada manera el mismo u otro significado determinado del que será el mismo o habrá pasado a ser otro determinado fenómeno social. O sea, estoy afirmando que la investigación semiótica tiene que dar cuenta rigurosa y racional (es decir, explícita y, por ahora, conforme a las exigencias de alguna de las corrientes académicas vigentes en el momento de su aplicación) de cuándo, quien, con qué y de qué modo se constituye un determinado fenómeno social y también tiene que dar cuenta rigurosa y racional acerca de cuál es ese otro cuándo, quien, con qué y de qué modo, respecto del cual el que se está estudiando consti-tuye una desde variación hasta contradicción y que, con determinados requisitos, es la condición necesaria y suficiente para que haya historia. Aspecto que he planteado en Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica, bajo el nombre de operación de superación; sólo que entonces, 1996, la restringía a la variabilidad del instrumento social utilizado para conferir determinado significado a un fenómeno social y ampliando, ahora, el concepto propuesto por el término “superación” al sujeto que lo utiliza, al fenómeno social resultante y a la interrelación de los tres elementos, que siendo los mismos (en cuanto eventual permanencia de su denominación), ya no son los mismos (en cuanto efectiva transformación de su significado).
En definitiva, el concepto actual explora las características semióticas intervinientes para la producción del significado de los fenómenos sociales.
El concepto anterior exploraba las características metasemióticas necesarias para la explicación del proceso de producción del signifi-cado de los fenómenos sociales. Ninguno contradice al otro y ambos concurren en la producción del conocimiento acerca de cómo el hombre construye el significado.
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REFERENCIAS
Foucault, Michel (1969). L’archéologie du savoir. Paris: Gallimard.
Hanson, Norwood Russell (1977/1971). Patrones de descubrimiento. Observación y explicación. Madrid: Alianza.
Hjelmslev, Louis (1971/1966). Prolégomènes a une théorie de langage. Paris : Minuit
Jackendoff, Ray (1989). Consciousness and the Computational Mind. Cambridge: MIT
Mac Cormac, Earl & Stamenov, Maxim I. (Editors) (1996). Fractals of brain, fractals of mind. In search of a symmetry bond. Amsterdam: John Benajamins
Magariños de Morentin, Juan (1996). Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires: Edicial.
Rastier, François (1991). Sémantique et recherches cognitives. Paris: PUF.
Varela, Carlos (1996). What is Visual in the Visual Anthropology of Human Movement? Visual Anthropology 8 (2-4): 155-170.

Géneros discursivos y tipos de texto

El texto es una unidad semántico-pragmática de sentido; sus elementos verbales están relacionados, y a esta relación se denomina textura y a su producto, texto. Proviene del participio latíno "textus", del verbo "texere", "tejer". Por lo tanto, significa "tejido". Los elementos verbales se relacionan de tal manera que constituyen la "tela", con sus fibras imbrincadas por la cohesión y le dan forma por la coherencia.
El texto cumple con 7 caracteristicas: coherencia, cohesión, aceptabilidad, situacionalidad, informatividad, intertextualidad e intencionalidad.
El término literatura es relativamente nuevo. Data de fines del s. XVIII; desde entonces ha englobado muy diversos tipos de manifestaciones. Históricamente se las ha intentado clasificar en distintos géneros.
Los géneros literarios son clases de textos literarios. Las clases se forman porque los textos que las componen tienen propiedades comunes, constituyéndose en modelos; los autores escriben en función de géneros ya existentes y los lectores leen en función de los géneros que conocen gracias a la escuela, la crítica, etc.
Los géneros literarios clásicos son:
- poético-líricos;
- épico-narrativos;
- teatrales.
A los que se añaden
- los didáctico-ensayísticos (incluyen los textos en prosa escrita no ficcional, desde el artículo periodístico, el ensayo y la crítica literaria).

Por otra parte, muchas veces hay obras que marcan una ruptura respecto del género en el que podrían clasificarse. Además, los géneros van siendo reemplazados de una época a otra y adoptan nuevos nombres. Por lo tanto no hay que creer que un texto literario debe “obedecer” a un género necesariamente. Los géneros son clasificaciones posibles y el artista tiene libertad para seguirlos, trasgredirlos o crear otros nuevos.

LOS TIPOS TEXTUALES
Entre los lingüistas, la construcción de una tipología de textos es todavía motivo de discusión. Sin embargo, puede hablarse de tipos de texto en la medida en que el hablante tenga internalizado un esquema global. Este organiza el contenido del texto de acuerdo con una acción que se quiere cumplir.
Por ejemplo, cuando alguien quiere contar algo interesante, lo hace en forma narrativa; si quiere defenderse de una acusación, elaborará una argumentación; en una clase, un docente pedirá a un alumno que explique un tema; si alguien desea saber cómo se pone en funcionamiento un electrodoméstico, recurrirá a las instrucciones.
Es decir que los hablantes reconocen, producen y entienden tipos de texto diferentes. Estos tipos de texto tienen una forma particular, la superestructura, un contenido, la macroestructura, y cumplen con un acto del habla.
La teoría de los actos de habla trata de demostrar que el lenguaje no solamente sirve para describir el mundo sino también para hacer cosas. J. Austin distinguió dos tipos de enunciados: 1 asertivos o constatativos: se caracterizan por admitir asignaciones de verdad o falsedad; 2 performativos: enunciados con verbos que cumplen una función explícita, es decir nombran la acción que se hace mediante la palabra: juro, prometo, declaro, niego, pido, ordeno, etc. Estos enunciados no pueden ser ciertos ni falsos, refieren que se hace lo que dice, siempre y cuando lo use quien debe, como se debe, donde y cuando se debe y con quien se debe.
TEXTO LITERARIO RASGOS DISTINTIVOS

El paratexto (títulos, subtítulos, tapas, contratapas, etc.) puede indicar al lector que un texto es una novela, una obra de teatro, una colección de cuentos o una antología de poemas, antes de que este acceda a su lectura.
Lo que determina el carácter literario de un texto es su relación con un metatexto que lo clasifica como tal. Se compone de tratados, ensayos, reglas artículos, poéticas, declaraciones públicas de artistas o público lector competente, etc, que prescriben qué es la literatura.

El concepto de literatura cambia con el tiempo. Grupos de lectores definen, en distintas etapas de la cultura, qué es la literatura para cada época y qué textos deben ser leídos como literarios.
Es literario el texto verbal en el que se cumple, primordialmente, la función estética del lenguaje. En este caso, la obra literaria vale por sí misma, no tiene una finalidad pragmática específica que remita a nada que esté fuera del texto literario.

El lector, por su parte, participa voluntariamente en la comunicación artística. Elige libremente lo que quiere leer y lo disfruta, sin calcular otro fin ajeno a la lectura misma. Esta relación placentera que se establece entre el texto y el lector se relaciona con la finalidad estética de la literatura.
Para poder cumplirse la función estética, el texto literario debe tener una determinada organización interna y externa. Por ejemplo, en un texto literario hay, generalmente, una explotación de los recursos del lenguaje.
Además, el código estético tiene un alto grado de complejidad respecto del que se utiliza en otros discursos sociales. Precisamente un texto literario se distingue por transmitir una cantidad de información que se superpone a la información literal; es decir que es posible distinguir niveles (el metafórico, el estilístico, el ideológico, el didáctico, etc.) El texto literario es plurisignificativo y, por lo tanto, requiere una extensa tarea de interpretación.

También hay quienes piensan que el texto literario se caracteriza por ser ficcional y señalan que lo que la literatura representa siempre remite no a un mundo real sino a uno imaginario. Sin embargo, buena parte de los textos líricos (sobre todo los producidos en el s. XX) no son enunciados ficcionales sino actos de habla del poeta que los ha escrito; igual sucede con los relatos de viajes reales, las autobiografías o las memorias, creados con una intención estética, que son considerados literarios pero no ficcionales.
Además, hay textos ficcionales que no son literarios, como las historietas. Por eso decimos que no todo texto literario es ficcional ni todo texto ficcional es literario.


LOS GÉNEROS DISCURSIVOS

Cada esfera de la actividad humana produce una serie de enunciados característicos. Los médicos producen enunciados sobre la salud, los abogados sobre la justicia, los docentes sobre temas educativos, los gastronómicos sobre cocina.
Los enunciados correspondientes a cada práctica social tienen :
- una temática común (la salud, la justicia, la educación, la cocina;
-un vocabulario específico (un médico, cuando define un diagnóstico, no utiliza una terminología jurídica, ni un juez cuando produce una sentencia lo hace en términos psicoanalíticos);
-están redactados de una manera particular (cada uno tiene un estilo y una forma que los caracteriza);

Por eso, cada conjunto de enunciados que tienen temática, léxico y composición comunes, es decir que son compatibles con una práctica social, forman el género discursivo propio de esa práctica.
Los géneros discursivos son sumamente heterogéneos: abarcan desde una carta familiar hasta un tratado científico. Es útil clasificarlos en dos categorías:
-los géneros discursivos primarios corresponden a la comunicación cotidiana, oral o escrita.
-los géneros discursivos secundarios son complejos, más desarrollados y elaborados, preferentemente escritos (una novela, un tratado científico, un editorial periodístico, un discurso político, una conferencia, etc.)

Los géneros discursivos secundarios absorben y reelaboran los primarios; estos se transforman al perder su relación con la realidad cotidiana. Por ejemplo, una carta familiar que aparece en una novela pasa a ser parte constitutiva de esa novela.
Los géneros discursivos son estables, pero relativamente estables porque, en cada esfera de la praxis cotidiana, existe todo un repertorio de discursos que crece y se modifica. Por ejemplo, el periodismo escrito o televisivo crea nuevos subgéneros cada día y presenta variaciones respecto de otros ya existentes.
A su vez, en la medida en que hay nuevas prácticas sociales, surgen nuevos géneros discursivos. Es el caso de la informática que, en estos últimos años, ha construido un discurso que se ha difundido rápidamente, es fácilmente reconocible y profusamente usado.

GÉNERO FUNCIÓN SOCIAL TIPO DE TEXTO
Literario Producir placer estético a través Cuento, novela, fábula, leyenda,
de la palabra. poema, teatro.

Periodístico Informar y formar opinión sobre Noticia, crónica, editorial,entrevista,
los sucesos de actualidad. encuesta, carta de lectores, aviso clasificado, primera plana.
Científico Informar acerca de la realidad Definición, nota de enciclopedia,
a través de la imagen y la palabra. informe de experimento, monografía, relato histórico.

Humorístico Provocar humor a través de la Historieta, chiste, graffiti.
imagen y la palabra.

Publicitario Condicionar para la venta de un Aviso, folleto, afiche.
producto.

Instruccional Pautar quehaceres, actividades. Consigna, instructivo, receta,
guía telefónica.

Epistolar Comunicarse a través de un Carta, esquela, solicitud,
mensaje escrito con otra/s persona/s. Tarjeta, telegrama, postal.

Mediático Intermediar entre nosotros, los Televisión, radio, cine.
receptores, y el mundo de la experiencia
situado más allá de la percepción y el contacto directos. Transmitir toda clase de conocimientos, en forma accesible a toda la sociedad y a todos sus miembros.

Instrumental Organizar actividades intelectuales Organigrama, diagrama, acta, y administrativas. documento comercial.

TIPOLOGÍA TEXTUAL
De la misma manera en que clasificamos los géneros discursivos, podemos describir los textos a partir de una clasificación que integre tres criterios:
1- Función del lenguaje, (función expresiva, poética, apelativa, referencial, metalingüística, fática).
2- Trama, (disposición interna, contextura, ligazón entre las partes de un asunto, y en especial el enredo de una obra dramática o novelesca) y
3- Género (en las artes, cada una de las distintas categorías o clases en que se pueden ordenar las obras según rasgos comunes de forma y de contenido.

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO LITERARIO

1. Los de trama narrativa y función poética
1.1. Cuento
Relato en prosa de hechos ficticios. Desarrolla un conflicto enmarcado en un lugar y un tiempo hasta su resolución.
El narrador puede adoptar distintas posiciones: omnisciente, testigo o protagonista.

1.2. Novela
Es similar al cuento pero más extensa, con acciones secundarias, más personajes, más complicaciones.
Los personajes, acciones, tiempo y espacio son las partes de un todo que constituye el mundo narrado. Generalmente se destacan uno de esos elementos, por lo que pueden clasificarse como novelas de personajes, de espacio, de acontecimiento.
1.3. Fábula
Breve relato ficticio, en prosa o verso, con intención didáctica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados.
1.4. Leyenda
Es la explicación sobrenatural que la imaginación popular otorgó a determinados acontecimientos reales.
Los temas más frecuentes están relacionados con la religión, la naturaleza, los misterios, el amor.

2. Los de trama conversacional y función poética
Teatro
En los textos teatrales (tragedia, comedia, drama), no existe un narrador que cuente los hechos, sino que el espectador los va conociendo a través de los diálogos entre los personajes. El diálogo es la forma de presentación de los hechos.
Se organizan en actos (división de la obra, caída del telón), escenas (entradas y salidas de los personajes), cuadros (cambio de escenografía).
Incluyen también textos descriptivos que constituyen la voz del dramaturgo. Son las llamadas acotaciones escénicas en las que se caracterizan las escenografías, se aclaran gestos, posturas, entonaciones.

3. Los de trama narrativa/ descriptiva/ conversacional/ argumentativa y
función poética
Poema
Texto escrito en verso. Esta estructura gráfica ayuda a producir la musicalidad propia de la poesía. Los elementos que crean ritmo son la métrica, rima, acentos interiores, pausas, repeticiones.
Se caracteriza por el uso abundante de recursos expresivos.
La presencia del poeta en la poesía (yo lírico) marca los estados emocionales que nos permiten descubrir los sentimientos predominantes en el texto.

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO PERIODÍSTICO

Su análisis nos permite descubrir la ideología de un periódico, texto de innegable peso en la formación de nuestras opiniones.

Características del estilo periodístico Intención
- Uso de la tercera persona. Registro formal. -Establecer una “distancia”
- Empleo de presupuestos. con el lector.
- Utilización de formas indirectas de opinión a través -Dirigirse a grupos sociales
de la selección de temas, el léxico formal o informal amplios.
elegido, el tratamiento de los temas, el orden sintáctico -No dar señales explícitas
de las palabras, las palabras remarcadas, los diálogos (directas) de sus opiniones.
de testigos, disposición de títulos, tamaño de las letras, -Convencer de la veracidad
tipografía, ubicación y temática de las fotografías. de los hechos.
- Utilización de testigos, fuentes fiables, descripciones
directas, señales que indiquen precisión de personas,
hora y fecha.

1. Trama expositiva, función informativa:
Primera Plana:
Es la presentación del diario. Contiene las noticias más importantes del día en forma de titulares. Están acompañadas de telefotos, epígrafes y copetes explicativos que reflejan el estilo y los objetivos de un diario: moderado, sensacionalista, con preferencia por determinados temas o tendencias políticas.
Con respecto al lenguaje también hay diferencias: connotativo, que apele a la sensibilidad o al juego intelectual del lector, o denotativo, el que apunta a indicar, anunciar, significar.
2. Trama narrativa, función informativa:
Noticia:
Transmite una nueva información sobre sucesos, objetos o personas.
Su progresión temática gira en torno de las preguntas qué, quién, cómo, dónde,cuándo, por qué.
La estructura de una noticia requiere:
- volanta: título menor que aparece por encima del título principal y completa su sentido contextualizándolo.
- título: está destacado gráficamente, busca llamar la atención.
- copete: párrafo inicial en el que se resume la información, generalmente se destaca por estar en negrita o por el tamaño de la letra.
- telefoto y pie: imagen con comentario que acompaña a la nota.
- desarrollo: se incluyen los detalles, antecedentes, datos actuales, consecuencias, comentarios, reacciones orales...

3. Trama argumentativa, función informativa.
3.1. Crónica:
Texto que narra y describe detalladamente la noticia de un hecho ya ocurrido.
Su estructura es similar a la de la noticia. Utiliza la estructura llamada “pirámide invertida”: comienza con los hechos más importantes para finalizar con los detalles.
En toda crónica aparecen comentarios del periodista referidos a los hechos narrados.
3.2. Editorial:
Texto de opinión acerca de una problemática de la realidad. Está redactado por la dirección del periódico o por personal designado a tal fin.
Expresa el pensamiento del diario, no lleva firma. En general se organiza siguiendo una forma argumentativa:
-Presenta una problemática (punto de vista).
-Toma una posición (tesis).
- Desarrolla argumentos para justificar su afirmación (argumentación).
- Reafirma la tesis inicial (conclusión).
Como todo texto de opinión, requiere un receptor atento porque nos exige un compromiso, una respuesta inmediata.
4. Trama argumentativa, función apelativa:
Carta de lectores
Texto epistolar con destinatario desconocido. Su propósito es denunciar o dar a conocer públicamente la opinión sobre un determinado tema de actualidad.
La estructura consta de:
- un encabezamiento con fórmula de cortesía
- el cuerpo de la carta
- despedida que suele incluir un agradecimiento.
5. Trama conversacional, función informativa:
Entrevista:
Es una conversación pública; el objetivo es dirigirse a un receptor múltiple.
El diálogo periodístico mantiene la base de la superestructura conversacional.
Además posee características propias:
- el periodista elige a un representante de un determinado grupo social.
- Comienza con una breve descripción del entrevistado.
- Busca un título sugerente a partir de las declaraciones.
- Elige los temas a través de sus preguntas.
- Crea el tono de la entrevista (agresivo, conciliador, moderado).
- Propone al público una imagen del entrevistado y, si es favorable, lo propone como modelo social.
Su formato es similar al de otros textos periodísticos.

6.Trama descriptiva, función informativa:
Encuesta:
Es una consulta a la sociedad acerca de algún tema de interés. La intención es identificar problemas y testear opiniones para evaluar las distintas acciones que puedan tomarse.
Los pasos de la encuesta son:
- se especifica el tema (propósito de la investigación).
- se toma la encuesta.
- se tabulan los datos en computadoras o planillas organizadas para tal fin.
- se vuelca en cuadros o gráficos.
- se realiza el informe.
7. Trama descriptiva, función apelativa
Aviso clasificado:
Breve texto apelativo con fines determinados: vender, comprar, conseguir u ofrecer empleo. Se caracteriza por utilizar abreviaturas y suelen llamar la atención por algún detalle en su grafía o vocabulario.

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO CIENTÍFICO

1. Trama descriptiva, función informativa:
Definición:
Descripción clara y precisa de los rasgos más relevantes de un objeto. Las definiciones presentan informaciones complementarias referidas, por ejemplo, a la ciencia; incluyen el término a definir; el origen etimológico de la palabra; su clasificación gramatical, etc.
Sus características son:
- el tema base (entrada).
- su expansión descriptiva.
Estas características se distribuyen en bloques, en los cuales la información se codifica en tipografías diferentes: negritas para el vocabulario o para definir, bastardilla para las etimologías, redonda para otras caracterizaciones. Las diversas acepciones se separan mediante barras paralelas y/o números.

2. Trama expositiva, función informativa:
2.1. La nota enciclopédica:
Se diferencia de la definición por la ampliación de la información. Generalmente aparecen varios temas relacionados con el mismo objeto. Para delimitarlos se utilizan subtítulos. Exige objetividad y precisión.
2.2.Informe de experimento
Es un texto que describe experimentos. El punto de partida es algo que se desea saber, pero que no se puede encontrar observando las cosas tal como están.
La organización de este informe contiene:
- las condiciones en que este experimento se realiza (situación de experimentación).
- el proceso observado.
- las conclusiones y recomendaciones.

3. Trama argumentativa, función informativa:
Monografía:
Texto que organiza en forma analítica y crítica datos informativos que el autor ha recogido en distintas fuentes sobre un tema determinado. Puede utilizarse para justificar una opinión o confirmar una hipótesis.
Se estructura así:
- En el primer párrafo, el planteo del tema o del problema a tratar.
- Luego se transcribe lo que sostiene sobre ese tema cada una de las fuentes consultadas.
- Se enuncian los argumentos a favor o en contra.
- Por último se elaboran las conclusiones.
Se pueden ajustar a distintos esquemas lógicos del tipo problema/solución, premisas/conclusión, causas/efectos, etc.

4. Trama narrativa, función informativa:
Relato histórico:
Es una relación acerca de acontecimientos pasados. Las fuentes son documentos reinterpretados por el historiador. Los contenidos del relato admiten ser sometidos a criterios de verdad mediante la confrontación de las fuentes.
El narrador organiza el relato a través de un proceso individual, subjetivo.

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO HUMORÍSTICO
1.Trama narrativa, función poética
1.1. Historieta
Combina la imagen plana con el texto escrito. La trama es narrativa-descriptiva. Explota lo humorístico. Emplea una serie de símbolos icónicos convencionales para expresar distintos efectos:
- sonidos : onomatopeyas
- asombro : signos de admiración
- sentimientos: corazones
- dolor: estrellas
Para delimitar los momentos de la historia utiliza la viñeta o cuadro y para el diálogo de los personajes, el globo.
1.2.Chiste
Texto breve. Explota lo humorístico pero utiliza solo el código verbal.
2. Trama argumentativa, función expresiva
Graffiti:
Pertenecen al área de la comunicación visual. Escrituras callejeras, efímeras y transitorias, generalmente humorísticas.
Su objetivo es, en primera instancia, expresar aquello que la estructura del poder y los medios de comunicación no consideran conveniente o juzgan como peligroso para el sistema. Busca lugares anónimos que puede utilizar sin el consentimiento de sus dueños.

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO PUBLICITARIO

1. Trama argumentativa, función apelativa:
Aviso:
Texto publicitario que combina generalmente lo verbal con lo icónico, complementándose.
La intención es vender un producto y para lograrlo ubica al receptor en elmundo deseado.
Utiliza recursos expresivos para llamar la atención: juego de palabras, metáforas, repeticiones, onomatopeyas.
El lenguaje visual también juega con las significaciones y crea recursos expresivos con valor estético.

2. Trama descriptiva, función apelativa:
Afiche:
Su intención es promocionar un lugar, un producto, una actividad, un personaje. Su efectividad depende en gran medida del color, de la diagramación, del tamaño de las letras, de la economía de recursos expresivos, de las imágenes, todo lo que permita una lectura desde la distancia y una comprensión inmediata.

3. Trama expositiva, función apelativa:
Folleto:
La diferencia con el afiche es que expande su base informativa en la descripción del elemento promocionado. Otra diferencia es que se le da más importancia al texto que la imagen.
Lo importante es organizar el texto, al que luego se le agregan las ilustraciones.
El folleto se estructura en tres partes:
- introducción (se sitúa al lector en el tema a desarrollar).
- cuerpo del folleto (se informa).
- resumen o conclusión (se reitera el mensaje o información alentando para que se actúe en determinada dirección).

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO INSTRUCCIONAL

1. Trama descriptiva, función apelativa
1.1.Consigna:
Texto breve, ordenado, preciso y directo. Son guías cuya finalidad es indicar qué acción debe llevarse a cabo.
1.2. Receta:
Texto explicativo con elementos informativos. Debe ser clara, precisa y ordenada, para que el destinatario la comprenda y sea capaz de realizarla sin errores. Toda receta contiene:
- título.
- Ingredientes.
- preparación.
Puede ir acompañada con dibujos o imágenes.

2. Trama descriptiva, función apelativa
Instructivo:
Texto que encierra instrucciones para organizar un juego, hacer un experimento, construir o manejar un artefacto. Presenta tres partes:

- título.
- materiales.
- instrucciones.
3. Trama descriptiva, función informativa:
Guía telefónica:
Se divide en:
- Guía informativa: informaciones de interés general, servicios internacionales, servicios de transmisión de datos, reglamento, servicios de larga distancia.
- Guía alfabética: listado de abonados con sus números telefónicos y direcciones.
- Guía clasificada: índice de rubros comerciales, servicios y sección de avisos publicitarios.

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO EPISTOLAR
1.Trama narrativa, función informativa:
1.1.Carta familiar:
Escrito a través del cual se dan a conocer a un familiar o amigo sucesos de su vida. La emisión y la recepción no son simultáneas: existe una distancia témporo-espacial.
Este tipo de mensaje permite:
- decir cosas con menor inhibición
- armar el mensaje de un modo más estructurado evitando lapsus, reiteraciones e improvisaciones de la comunicación oral.
Este texto se estructura en tres partes:
- encabezamiento: lugar, fecha, destinatario, tratamiento.
- Cuerpo: texto con el mensaje.
- Despedida: saludo y firma.
1.2. Telegrama:
Forma rápida de comunicar mensajes escritos. Utiliza un texto esquemático.
- Elimina partículas innecesarias (artículos, nexos)
- Utiliza la menor cantidad de palabras posibles
1.3. Esquela:
Carta breve de pocas oraciones. Se estructura así:
- Contenido.
- Saludos.
- Firma.
- Fecha.
1.4. Tarjeta:
Pieza rectangular, de cartulina o de otro material, que lleva algo impreso o escrito. Existen diferentes tipos: personales, de crédito, de embarque, de identidad, de visita, telefónica, etc.
2. Trama argumentativa, función apelativa:
Solicitud:
Texto por el cual una persona efectúa un pedido a una autoridad. Puede redactarse en primera o tercera persona. Sus partes son:
- Encabezamiento: lugar y fecha, destinatario, tratamiento.
- Cuerpo: asunto que se solicita, argumentación, justificación, espera de repuesta.
- Despedida: saludo de cortesía, firma y aclaración, identificación, domicilio y
documento.

TIPOS TEXTUALES DEL GÉNERO MEDIÁTICO
1. Todas las tramas, todas las funciones
1.1.Televisión:
El discurso televisivo se caracteriza por la siguiente fragmentación:
- Los programas de televisión son constantemente interrumpidos por la introducción de mensajes extraños, spots publicitarios, informaciones de última hora, advertencias sobre futuros programas.
- Se presenta una multitud de programas en capítulos u otros tipos de subunidades emitidas periódicamente (telefilms, telediarios, informativos, concursos).
- Existe cierto tipo de programas, por ejemplo los informativos diarios, que están compuestos por subunidades internas: noticias, entrevistas, números musicales.
- Hay segmentos de la emisión a los que no se puede considerar mensajes autónomos, tienen función de garantizar la conexión entre los segmentos que les preceden y los que siguen: presentaciones de la programación diaria, temas musicales o visuales de continuidad.
Todos los fragmentos están unidos en función a las exigencias de la programación.

1.2.Radio:
El texto radial combina música y palabras. Su programación depende del segmento del público al que se dirige.
Los programas de radio contienen cortinas y separadores. La cortina es la banda sonora que sirve para identificar un programa determinado. Suele incluir música, el nombre del programa y alguna de sus características bajo la forma de slogan. Hay cortinas de cierre y apertura. Es habitual que la cortina de cierre mencione a quienes hacen el programa. El separador es una especie de cortina que sirve para separar secciones dentro de un programa; es más breve que la cortina.
Los géneros radiales están orientados hacia la diversión o hacia la información. En la actualidad es común la presentación de investigaciones especiales. Una investigación periodística en radio sigue estos pasos:
- recopilación de información (lectura) y planteo de hipótesis.
- preparación del texto que se leerá o que se irá improvisando.
- entrevista a un especialista.
- recopilación de testimonios.
Los receptores de los mensajes de radio se dividen en los que escuchan AM, donde existen programas noticiosos, deportivos, de interés general, musicales y culturales, y los que escuchan FM, que se dedica fundamentalmente a la música.


2. Trama narrativa, función poética:
Cine:
Es una historia en imágenes con el apoyo de la banda sonora. Para su interpretación hay que tener en cuenta:
- contextualización: ¿cuándo fue realizada? ¿ quién fue su director? ¿dónde fue
rodada? ¿qué pasaba en el mundo?.
- argumento: ¿cuál es la complicación?.
- caracteres de los personajes.
- género: ciencia ficción, policial, humorístico, etc.
- tecnología.
- espacio y punto de vista.
- banda sonora.

TIPOS TEXTUALES DEL GENERO INSTRUMENTAL

1. Trama expositiva, función informativa:
1.1.Organigrama:
Esquema que representa las relaciones jerárquicas y funciones en una organización o institución. El organigrama es siempre de forma arbórea.
1.2.Diagrama:
Esquema que presenta relaciones entre varias palabras clave o frases breves. Las ideas se exponen de una manera ordenada. Los diagramas facilitan el recuerdo de las relaciones entre ideas.
1.3.Gráfico:
Representación mediante dibujos geométricos de datos que ofrece una información.
Cumple distintas funciones: comparar, sintetizar, relacionar datos, etc.
1.4. Acta:
Texto en el que se deja constancia de lo que se ha tratado y lo que se ha resuelto en una reunión social o comercial. Se estructura en este orden:
- lugar, fecha y hora.
- nombres y cargos de los asistentes.
- objetivo de la reunión.
- resoluciones tomadas.
- firma de los asistentes.

2. Trama descriptiva, función informativa:
Documentos comerciales
A este grupo pertenecen los cheques, pagarés, recibos, facturas y todos aquellos textos que sirven para regular las actividades administrativas. Tienen forma fija y vienen en formularios impresos que uno debe llenar según la circunstancia.